Apuntes de la Directora
Llega el calorcito de a poco, muy tímidamente este año, y los barrios paranaenses inauguran la temporada ‘de vereda’. Las silletas de colores, el mate amargo, los tererés o algún que otro vaso de cerveza, son elementos repetidos cuadra por cuadra. Y ahí estamos, simplemente contemplando… mirando la gente y los autos pasar, si el viento mueve alguna hoja, si los patos vuelven a la laguna, si esa paloma encontró algo para comer. Parece que los sonidos cobran vida y prestamos atención al gato que quiere entran a la casa, al bebé que llora en la cuadra de enfrente, a una vecina hablando con otra, al agua de la manguera cuando cae en el cemento… Y sí, es que los días largos parecen una invitación a ‘bajar un cambio’, y cuando nos sentamos a ‘no hacer nada’ podemos ver, escuchar y sentir cosas que solemos pasar por alto. Esas son las postales de fin de año para mí. Lo son desde que tengo memoria, aunque quizás van cambiando los lugares, los sonidos y también la compañía. Imagino que para muchxs es similar.
Los diciembres tienen ese no sé qué que los hace especiales, suelen ser tiempos para recordar una a una las experiencias que nos dejó el año, las buenas y las no tan buenas; y aunque parece que llegamos con el cansancio de once meses acumulados, nos damos el tiempo para pensarlas. Es un tiempo de mirar atrás para proyectar lo que viene, para pensarnos, para crecer, para seguir soñando.
Pienso en el año que tuvimos como sociedad, y fue complejo, difícil. Pienso en esta polarización intencionada donde estás de un lado o del otro, donde se desdibujan todos los puntos de encuentro y las cosas que tenemos en común parecen no importar tanto. Pienso en que lejos estamos del proyecto de Jesús si no logramos encontrarnos con quien es diferente –y me incluyo-. Hablo de un encuentro genuino donde nadie intenta convencer ni tener la razón, sino donde ambas personas se dejan interpelar por ese encuentro, por esas diferencias; de esos donde priman los sentimientos y no la racionalidad. Esos encuentros que te cambian, que te hacen sentir cosas lindas, nuevas, diferentes…
Tengo la esperanza de que el amor de Dios es el puente que nos permite volver a encontrarnos, que nos invita a comprender que quien es o piensa diferente es también mi hermanx; es, antes que nada, mi hermanx en la fe. Tengo también la esperanza, más aún al recordar el nacimiento de ese niño pobre que trajo luz, de que somos llamadxs a anunciar la buena noticia, pero no desde un lugar de soberbia sino de acciones concretas que empoderen a quienes necesitan levantar la voz, que acompañen y contengan a quienes son lxs oprimidxs de nuestro tiempo. Además, tengo la certeza de que este camino cobra sentido siempre que sea en comunidad, siempre que sea colectivamente.
Que Dios, en este tiempo de evaluaciones y proyecciones, nos invite a participar de la temporada ‘de vereda’; que nos anime a encontrar momentos de contemplación, de reflexión crítica y nos marque el camino, ese camino que queremos recorrer de la mano de otrxs, que por supuesto, son diferentes a mí.
Que Jesús nos inunde de su espíritu liberador, que podamos disfrutarlo y compartirlo.
Que seamos capaces de celebrar las señales, los encuentros y las diferencias.
Que construyamos, de a poquito y sin presiones, muchos puentes.
Que nos regalemos empatía, compasión, y sobre todo: humanidad.
¡Feliz Navidad! ¡Buen 2019!
Daiana Genre Bert