Lee en tu Biblia: Lucas 3:15-17, 21-22
15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
16 Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Con esta escena volvemos a encontrar a Jesús, después de 30 años de ausencia, en el relato del evangelista. Su inmersión en el agua, el bautismo, es el acto de inicio de su camino así como lo conocemos. Es un momento importante, con un antes y un después, es, en fin de cuenta, el pasaje de testimonio entre Jesús, desde el cual el mundo pudo reconocerlo cual hijo de Dios, y Juan, su pariente que lo supo reconocer antes de nacer, que dedicó su vida a preparar su venida.
El que llamaron Juan el Bautista fue quien empezó a abrir el camino, quien incomodó al pueblo y al poder, quien habló de una transformación necesaria, en donde no era la pertenencia al pueblo elegido contado en la Biblia a complacer Dios, sino el real compromiso de cada una y uno a actuar con amor y justicia. Fue el hombre que gritó en el desierto, hasta que de a poco se fue oyendo, hasta que algunas personas llegaron a creer en sus locuras, en la posibilidad de que un mundo diferente estaba por nacer. Juan fue inmergiendo a las personas de a poco, personas que decidieron volver a nacer por él, para lavarse y liberarse del mundo viejo, transformarse, aunque fuera incómodo, doloroso y difícil, porque sentían una voz desde adentro que les decía que ese era el camino.
Jesús fue la última pieza de la línea de dominó, la carta que hace derrumbar todo el castillo.
Ahí donde ya se habían sembrado dudas y sospechas, ahí donde el agua ya había estado lavando y creado nuevas vidas, la tierra estaba lista para nuevas esperanzas y nuevos caminos.
Fue así que cuando Jesús llegó, y se hizo bautizar por la mano de un hombre, la gente pudo verlo y reconocerlo por medio de Juan. Y fue así que cuando Jesús se quedó en silencio, meditando y orando, todas las personas pudieron oír la voz de Dios reconocer a su hijo, y declarar su amor por él, un ser humano como ellos/as, venido a bautizar con fuego y Espíritu Santo, venido a enseñar un mundo de amor, de compasión y justa relación entre todas las personas. Un mundo que hoy seguimos buscando, en nuestras luchas y relaciones cotidianas.
Y como Juan, ¡volvamos a sembrar dudas y sospechas en el castillo del poder, a inmergios en el agua cuando sintamos la necesidad de una transformación, a crear vida para seguir esa misma revolución hacia un mundo de amor, justicia y libertad para todas las personas!
Myriam Sappé