En el marco del Sínodo Rioplatense, el Equipo de Prensa Sinodal pudo dialogar con Emanuel Hernández y Eduardo Obregón, quienes forman parte del Grupo Consultor sobre Violencia de Género y Generaciones de la IEVRP junto a Valeria Svedov y Miriam Brito.
¿Cuáles fueron los primeros pasos en la conformación del grupo consultor?
Emanuel: Siguiendo un acto del sínodo anterior, Mesa Valdense nos envía un correo invitándonos a formar parte de este grupo y a una reunión por skype, pidiéndonos previamente una confirmación si estábamos interesades en formar parte de este equipo. Las cuatro personas consultadas dijimos que sí; así que tuvimos la reunión para definir los lineamientos, las ideas como grupo asesor. En ese momento iniciamos un proceso para vislumbrar los objetivos, y las vías de comunicación y de acción al interno del grupo y con MV.
Desde ese momento nos empezamos a reunir de manera semanal. La verdad es que tuvimos una muy buena conexión, el cariño se hizo presente muy rápido, nos entendemos muy bien y eso hace que produzcamos cosas interesantes.
¿Cómo delinearon los objetivos?
Emanuel: Los objetivos los trazamos nosotres, y se los compartimos a Mesa que estuvieron de acuerdo.
Eduardo: Al principio teníamos el impulso del acto sinodal que nos proponía como grupo de consulta; a partir de ahí, como no estaba todo claramente definido, trabajamos en base a las tareas que fue surgiendo y eso nos permitió ordenar los objetivos también. El primer motivo fue trabajar en la elaboración de un protocolo pero también nos poníamos a disposición de las comunidades para asesorarlas, y así surgió la idea de realizar talleres a nivel comunitario, presbiterial y nacional. Por otro lado, como grupo hemos recibimos consultas en situaciones concretas de violencia de género y tuvimos que acompañar. Esos tres ejes nos permitieron trazar los objetivos del grupo de trabajo.
¿Cuáles fueron las primeras dificultades a las que se enfrentaron?
Emanuel: creo que la principal dificultad tiene que ver con la comunicación fluida, con el necesario ejercicio de ida y vuelta entre las comunidades y el grupo. Muchas veces nos encontramos intentando instalar el tema en las comunidades, por mail o llamadas buscando personas aliadas, pero costaba tener una devolución de esas comunicaciones.
Eduardo: no querer quedar solos tampoco. Siempre el temor y la advertencia que nos hacíamos en nuestra labor: no quedarnos solos, solas, soles; sino nos convertíamos un lugar burocrático. Nos parece que el grupo consultor sólo tiene sentido en este diálogo de ida y vuelta con todos los espacios de la iglesia.
Emanuel: en ese sentido, fue interesante que el grupo no trabajara solo. Tuvimos excelentes respuestas para situaciones concretas o tareas, fuimos llamando diferentes personas que tenían experiencia o formación sobre estas problemáticas y siempre estuvieron a disposición. Fue muy interesante el trabajo articulado con otres agentes de la iglesia; la compañía y el apoyo de las comunidades y presbiterios, también se sintió eso.
¿Cómo surgió la idea de los talleres?
Emanuel: surgieron de diferentes lugares, en el caso del Presbiterio Norte Argentino surge como una necesidad presbiterial, pero por otro lado la CAJ venía planteando la idea de realizar talleres; así que confluimos las tres partes: la asamblea presbiterial, CAJ y el grupo consultor. En Uruguay hacía tiempo que estaba la idea de diferentes actores y actrices, una vez que el grupo plantea la propuesta tuvimos una respuesta inmediata. En este último trabajamos articuladamente la CAJ, las mujeres que llevan adelante el espacio de las Brujas, El Pastoreo y el grupo consultor.
¿Qué creen que frena a las comunidades a ponerse en contacto con el grupo consultor?
Emanuel: creo que lo principal es el miedo. En este momento nos enfrentamos a miradas contradictorias, miradas dispares respecto a estos temas y es muy difícil consensuar de qué ‘lado’ –si es que existen diferentes lados- o qué postura tomar frente a los temas. Hay miedo a saber también, a animarnos a escuchar a las personas que está tomando una postura u otra; pero también hay miedo a entender que estas situaciones existen dentro de nuestra iglesia, pensamos que por tratarse de una iglesia no tenemos situaciones de violencia y abusos en el interior de nuestra institución. Cuesta comprender que puede haber victimarios en nuestro entorno, o incluso yo mismo puedo ser partícipe de este sistema de dolor.
Eduardo: la sociedad está cambiando, por eso también la iglesia está cambiando. Es un tiempo de conciencia sobre los derechos de las personas, pararse como un sujeto/a/e de derechos hace que haya quienes no acepten esa realidad. La ideología patriarcal está muy vigente en ese sentido y las personas o grupos operan como espacios de resistencia. Hay una tendencia que intenta parar la historia, parar el reloj e incluso atrasarlo; es decir, intentan negar esta realidad; en algunos casos por incertidumbre o por miedo, pero en otras porque van a perder privilegios. De hecho para nosotros, los varones, implica un desafío enorme también porque significa recrear otras masculinidades, a veces tenemos las herramientas pero a veces no. Eso genera mucha resistencia.
Por otro lado, me parece que hay una negación, en un intento de abrazarse tercamente a algo que sabemos que no tiene sentido pero aún así negamos. Nos abrazamos a mentalidades arcaicas, ya obsoletas.
¿Cómo creen que comienza el proceso de la deconstrucción para los varones?
Emanuel: creo que podría ser el hecho de reconocer las cosas propias, enfrentar nuestras propias sombras, acciones en lo cotidiano que no son más que reproducciones de esta lógica patriarcal. Es indispensable tener buena compañía, porque es un cambio colectivo, aunque el primer paso tiene que ver con uno…
Eduardo: Hay una cuestión muy fuerte relacionada con las pautas vigentes del ‘ser macho’ que te lleva a una vida de muerte, llena de frustración y soledad; todo el mundo te termina odiando. Parte de los valores del ‘ser macho’ tiene que ver con el éxito económico y ¿cuántos tienen éxito en este sistema? El 4% de la humanidad, el resto contamos las monedas, la peleamos. La propuesta del macho es hiper violenta, y también ficticia, te lleva a la autodestrucción, incluso a la autodestrucción de tu entorno. Entonces tenemos que cambiar, no tenemos otra opción.
Emanuel: la escucha atenta y sincera también es importante. Tenemos que aprender a escuchar, sobre todo a las mujeres que están hablando desde hace mucho y no lo estamos pudiendo hacer. Aprender a callar y abrir la escucha, y no tener miedo a lo que voy a escuchar…
Como grupo consultor, ¿cuáles son las herramientas básicas para sostener y acompañar a una mujer o niño/a que fue violentada?
Emanuel: La escucha en primera instancia. Es la puerta de entrada al proceso de acompañar y de transformación. El recibimiento cálido, el respeto de los tiempos, el respeto a la intimidad, la confidencialidad de las víctimas o personas consultantes. Decía que la escucha era la primera instancia porque dependerá de eso todas las acciones que podamos llevar adelante. Hay un proceder teórico ‘ideal’ frente a determinada situación, pero ese ‘ideal’ depende de los tiempos y decisiones de la víctima; los pasos a seguir lo determina la persona consultante. No tenemos que buscar ser héroes individuales sino trabajar con la persona consultante.
Eduardo: para nosotres también implica un ejercicio de sensibilidad, de compasión en el sentido de compartir esa pasión, de sentir con la panza. Es importante entender que somos personas que recibimos violencia pero que también la generamos. Es sin duda, un desafío interior. Cuando en los barrios populares ocurren situaciones de violencia de género, la iglesia puede ofrecer acompañamiento, un espacio de refugio y la contención para que se respete la perimetral y demás; pero la víctima por el mismo círculo de violencia en el que está, muchas veces, no puede dejar a su victimario. En este grupo trabajamos con más fuerza la escucha, hay mucho más diálogo.
Emanuel: El grupo no actúa siempre de la misma forma, algunas veces trabajamos les cuatro y otras no. Lo ideal es un acompañamiento individual, más privado, más confidencial porque la línea entre acompañar y revictimizar es muy delgada; si no se tiene cuidado corremos el riesgo de que la persona sufra aún más.
¿Cómo se sintieron en este año de trabajo y qué expectativas que tienen para este año?
Emanuel: fue un trabajo muy disfrutable, con miedos al principio pero muy feliz del grupo que se armó, es muy cálido, con gran escucha y con muchas ganas de acción, de transformación. Por momentos, la frustración puede llegar a ganar, es algo con lo que batallar todo el tiempo, pero tenemos una perspectiva alentadora para este año. Un protocolo que avanza, se analiza y profundiza. Los silencios y la complicidad se han ido rompiendo de a poco, eso es un avance importante. La capacidad de indignarse frente a las situaciones es un buen primer paso, y está sucediendo. Con la esperanza de que el grupo pueda seguir funcionando, y que las comunidades puedan entender que es un espacio de gran valor, más allá de las personas que lo integren. El querer que se utilice, de que nos acerquemos.
Eduardo: A mí me toca ser el pastor del grupo, y es un gran desafío porque no quiero ser el controlador. Es un grupo muy dinámico, con mucha formación, con militancia por la vida buena y abundante. Este grupo se juega la vida por este proyecto, no escatima sacrificios ni horarios por este trabajo. Para mí, este grupo es un orgullo, significó aire fresco.
Soy un tipo de 46 años, me siento de otra generación. Me construí a partir de la teología de la liberación, entonces de alguna forma me tuve de deconstruir un poco para incorporar estas nociones de la perspectiva de género, porque son claves distintas. Me formaba leyendo algún teólogo, mirando algunas películas, leyendo las Venas Abiertas de América Latina y la Biblia; y hoy la clave es lo corporal. Construís conciencia a partir de la experiencia política en el cuerpo; lo sentís en el cuerpo y lo concientizas, lo racionalizas pero desde el cuerpo. Eso para mí es muy desafiante, es una ruptura y un volver a construirme desde otro lugar.
No veo la hora de que terminemos con el protocolo, va a ser una emoción tremenda porque significó mucho trabajo y también animarnos a superar nuestros propios miedos, porque sos consiente que tenés que decir o llevar adelante cosas que no todo el mundo está de acuerdo, incluso hay gente que te va a dar con un palo y vos estás poniendo la cabeza. Tenemos la esperanza de ver los frutos de este trabajo, sabemos que valió la pena.
Emanuel: a nivel personal, me sirvió para volver a creer en la iglesia, en esto de no encontrar los espacios ideales para mi vivencia personal en lo colectivo. Esta invitación y tener estos objetivos puntuales me permitió volver a creer y a querer estar en la iglesia.
*En esta nota se utilizó la “e” como lenguaje inclusivo por decisión del Grupo Consultor de Violencia de Género y Generaciones.
Equipo de Prensa Sinodal
¡Muchísimo trabajo para lograr mirar y mirarnos desde «otro lugar»! Dios bendiga todo este pensar-sentir-actuar y lo multiplique.
Muchísimo trabajo ¡para escucharnos y escuchar en forma atenta!. La sensibilidad y percepción nos brindarán. una escucha fidedigna de los seres cada vez más humanos. Bendiciones y Adelante con esa tarea.