LA TRANSFIGURACIÓN

Leemos en nuestras Biblias: Mateo 17: 1-9

Hay una separación entre Dios y nosotros. Como dice Eclesiastés: “recuerda que Dios está en el cielo y tú estás en la tierra”. Dios es invisible y eso nos impide verlo con nuestros ojos humanos. Pero Dios en su misericordia por medio de su Palabra corre el velo que nos impide verlo y se muestra en la persona de Jesús de Nazaret. Jesús es la imagen perfecta del Dios invisible. Y en algunas ocasiones que el texto bíblico relata, aparece aunque sea fugazmente, la gloria del Hijo de Dios. En el momento de su bautismo, en su resurrección, y en el tema que nos ocupa hoy, la trasfiguración.

Cuando van caminando a Jerusalén se produce ese acontecimiento. Jesús toma aparte a tres de sus discípulos, suben a un cerro y se produce el milagro, él se trasfigura delante de Pedro, Jacobo y Juan. Su rostro resplandecía y sus vestidos se hicieron blancos.

Asume un aspecto sobrenatural que indica como, sin dejar de ser el hombre que los discípulos conocen, pertenece al mundo divino. Los discípulos lo ven pero no comprenden el anuncio de Jesús sobre los acontecimientos finales. Como los profetas, Jesús anuncia lo que pasará para su generación. Quiere aclararle a sus discípulos el motivo de su viaje a Jerusalén, pero ellos no lo entendieron.

Dios deja entrever la gloria del Hijo y exige que los discípulos escuchen su enseñanza manteniendo el esquema de sus manifestaciones. Es lo mismo que más tarde el apóstol Juan va a describir en ese libro tan enigmático y apasionante que es el Apocalipsis, la “Revelación” de los acontecimientos finales que muestran en forma clara la gloria del Hijo de Dios.

Jesús trasfigurado quiere decir, cambiado, metamorfoseado. A ese milagro se le agrega otro, la aparición de Elías y Moisés que representan la ley y los profetas, lo que significa que en Jesús toda la Escritura encuentra su cumplimiento. Elías y Moisés son los testigos de la Alianza. Elías precursor del Mesías, fue identificado con Juan el Bautista al que Herodes mató. Elías con Moisés y Enoc son los que subieron al cielo sin dejar rastros. Jesús en cambio muere en un acto público porque la Escritura dice que el Mesías debe padecer y ser despreciado.

Pedro quiere edificar carpas como en la fiesta de las cabañas que Israel celebraba para agradecer a Dios por la abundancia de la cosecha recién levantada. No sabía qué decir, no porque hubiera enloquecido sino porque estaba sorprendido ante la revelación divina.

La voz que viene de la nube recuerda la del bautismo de Jesús y así Dios mismo confirma que Jesús es el Mesías. Los judíos esperaban un Mesías glorioso y los discípulos no podían imaginar un Mesías que vino a sufrir y padecer por la salvación de todos. Sólo después de la resurrección comprenderán estas cosas.

La trasfiguración confirma que Jesús es el Mesías y el anuncio de su pasión y muerte forman parte del plan de Dios. Teniendo ahora esa confirmación la visión se desvanece y los discípulos se encuentran con Jesús solos caminando hacia Jerusalén, eso quiere decir caminando hacia a la cruz. Por su muerte y resurrección sabemos que Dios está aquí con nosotros.

Pastor emérito Carlos Delmonte

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.

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