REFLEXIONES – Edición Mayo 2020

Tejiendo un nuevo tejido social

 

 

 

46Todavía estaba Jesús hablando a la gente, cuando acudieron su madre y sus hermanos, que querían hablar con él. Como se quedaron fuera, 47alguien avisó a Jesús:

–Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren hablar contigo.

48Pero él contestó al que le llevó el aviso:

–¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

49Y señalando a sus discípulos, añadió:

–Estos son mi madre y mis hermanos. 50Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Mateo 12

En los Evangelios encontramos que muchos textos hacen referencia a las familias, nombran casi siempre los vínculos familiares de los personajes -la hija de, el hermano de, etc-, muchos cuentan de familias atravesadas por enfermedades, por «demonios», por la muerte; por lo que intuimos que la organización social familiar en la época bíblica era fundamental. En el texto que leemos en el Evangelio de Mateo, también aparece la familia y más específicamente la de Jesús -lo que es poco común en los relatos bíblicos-. Jesús aprovecha «esa aparición» de su madre y sus hermanos para compartir lo que él entiende por familia.

Jesús les pregunta a quienes lo están escuchando «¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?», parece interesarle que el auditorio reflexione respecto de eso y les dice lo que él piensa. Entonces va a señalar a sus discípulxs para reconocerles como su madre, su hermano y su hermana, porque comparten su ministerio de compartir la buena noticia y vivir según la voluntad de Dios.

Jesús recurre al «modelo de familia» que todas las personas conocían, pero lo va a reinterpretar y va a proponer otra forma de comprensión para construir en la comunidad que vive y predica el Reino de los cielos. Para Jesús el único Padre es Dios, y por eso sus discípulxs son «su madre y sus hermanxs», ningún varón se considerará como padre al estilo de la familia de la época en donde los hombres eran quienes tenían los privilegios, eran quienes tenían la autoridad. Y también va a relativizar los lazos sanguíneos -que eran tan importantes en la tradición familiar patriarcal-, Jesús quiere desarmar esa forma de entramado social que estaba minado de discriminaciones y estigmas, de privilegios y jerarquías.

Hoy en día tenemos otras formas distintas de representar a la familia, así que podríamos continuar profundizando la reflexión acerca de las referencias que se hacen en el texto, como, por ejemplo, que se nombra a Dios como Padre; pero vamos a poner la mirada en la clave que propone la contestación de Jesús en la que contrapone dos formas distintas de comprender la familia y cuál es su opción. Porque esto nos posibilita buscar el anuncio de liberación de la buena noticia del Reino de Dios, que tiene que ver con la conversión de cada persona y la construcción de nuevas relaciones sociales en la comunidad basadas en la igualdad y la solidaridad.

El mensaje del Evangelio nos desafía a reflexionar sobre nuestras comunidades, nuestras familias, sus representaciones, también nos invita a repreguntarnos sobre cómo nos organizamos, cómo son nuestros vínculos, cuáles son nuestros gestos y acciones. Transformar todo aquello que no exprese el amor, el cuidado y la equidad, seguir construyendo formas de vivir en comunidad sin opresiones, ni discriminaciones, libres de jerarquías y privilegios. Que todas esas tensiones existentes en nuestros vínculos -familiares, comunitarios, sociales- sean puestas en relieve, sean cuestionadas y también transformadas.

Que la liberación que nos anuncia el Reino de Dios nos interpele, nos conmueva y nos convierta a nuevas formas de ser y hacer en comunidad. Amén

Yanina Vigna. Equipo editor

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