Leemos en nuestra Biblia: Mateo 13:24-30
En este tiempo en que todo se lee en blanco y negro, buenos y malos, lados de la grieta, fundamentalismos crecientes por donde se mire, todo parece invitarnos a juzgar (o mejor a pre juzgar), a romper y condenar. Un gran triunfo del individualismo competitivo capitalista. Cada uno, cada una, solos y enfrentados hasta en nuestras familias y grupos sociales. Dispersos y dispersas, limitadas las capacidades de construcción colectiva y de creación.
¿Cómo construir en la desconfianza, con esas ganas de condenar y cerrar? ¿Cómo seguir creando sin vincularnos, sin generar una sinergia colectiva? ¿Cómo ser agentes de transformación sin poner en cuestión ese individualismo que en mayor o menor grado asumimos?
¡La parábola que Jesús narra abre tanto espacio, tantas tonalidades, tantos puentes!
Dejar crecer… Parece que el dueño del campo enloqueció. Hoy alguien diría -¡va a dejar que esa cizaña nos consuma los recursos, nos tape el sol y tome de la misma agua!
Claro, la cizaña son siempre los otros… ¿No hay cizaña en nosotros mismos? ¿Acaso no erramos nunca al objetivo?
Dejar crecer… tiempo, sí tiempo… Tiempo de aceptar que llevamos cizaña dentro, y de aceptar que a nuestro alrededor hay personas que también llevan cizaña dentro. Que hay quienes desean superar los errores y reparar y resarcir, hay quienes tal vez lo buscan menos, quizás hay quienes ya no buscan y peor quienes se decidieron por un camino que no lleva ningún fruto.
Nos distingue nuestra opción por la vida plena para toda la creación, vocación que para nosotros y nosotras nos viene de Dios. Por eso necesitamos comenzar a aceptar nuestra propia fragilidad y la de las demás personas, y entre tantas y tantos, y entre intentos fallidos y acertados aportar a un tejido de diálogo, encuentro y construcción. Tejer redes de colaboración y creación, redes que ayuden a florecer y fructificar, sin ya estar tan pendientes y desgastados/as con juzgar, y criticar, y enjaular lo que se nos presenta infructuoso. Y juntos y juntas confrontar las fuerzas de muerte y destrucción.
Al fin, tiempo de abrazar la diversidad que Dios nos dio, de cultivar el diálogo, abrir los horizontes, confiar en Dios que nos sostiene, en Dios que nos cuida y en nosotros y nosotras, falibles pero capaces de tejer fuertes redes que nos sostengan en la aventura de construir una sociedad capaz de transformarse hacia los sueños que Dios nos regaló.
Pastora Viviana Pinto