Leemos en nuestra Biblia: Lucas 1:26-38
“El ángel le dijo: María, no tengas miedo, tú gozas del favor de Dios”
San Lucas 1: 30
¿Qué entendió María de todo aquel mensaje de parte de Dios? Posiblemente nada. Y menos habrá entendido todavía la explicación acerca de su embarazo milagroso y su hijo que sería llamado Santo. De lo único que estaba segura es de que “para Dios no hay nada imposible” como se lo recuerda el ángel, que en él podía confiar, que por eso podía decirle “… que dios haga conmigo como me has dicho”.
En medio de multitudes de preguntas tiene la única seguridad de que ha hallado gracia a los ojos de Dios para quien nada es imposible. Y esa única seguridad es suficiente aunque no le alcance la capacidad de comprensión. Es una certeza capaz de derrotar a legiones de incertidumbres.
“Nada te turbe, nada te espante
quien a Dios tiene, nada le falta”.
Cantamos comunitariamente muchas veces y confieso que no siempre he tenido la plena conciencia del peso de la afirmación. El Evangelio de hoy nos la recuerda. Es la misma convicción profunda que el apóstol Pablo manifiesta a la comunidad de Roma: “nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús”. Las circunstancias pueden ser las más insospechadas y duras, pero esa certeza no puede apartarse de nosotros.
El anuncio de los ángeles está siempre precedido de esa exhortación a no tener miedo. También se les repite a aquellos pastores a los que se les anuncia un nacimiento que no entienden. Dios es el único misterio capaz de generar tranquilidad.
El miedo es un gran aliado del sensacionalismo con el que mucho se lucra. Desde los partes meteorológicos hasta los informes sobre la salud, están cargados de una cuota de miedo cuanto más insalubre mejor. El marketing del miedo debe mucho a la falta de esa seguridad que permite a María disponerse como instrumento en las manos de Dios con absoluta confianza.
En el contexto de este adviento es fundamental este testimonio que quienes confesamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador tenemos el enorme e inmerecido privilegio de dar. Un testimonio necesario para que el cuidado no se vuelva un temor obsesivo que nos encierre sino un anuncio de vida que nos es dada. Está más allá de las evidencias, pero la seguridad de que existe debe movernos a su búsqueda.
Pastor Oscar Geymonat