Leemos en nuestra Biblia: Juan 6:24-35
“Yo soy el pan de la vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6,35)
Tiempo atrás, preparándonos con los niños para un encuentro de comunidades en el predio de campamentos de Bellaco (Río Negro, Uruguay), surgió este relato para reflexionar (y actuar) sobre el versículo que nos acompaña.
El pan: tímidas semillas escondidas en la tierra
que el sol, la lluvia, los insectos invitan a salir.
El pan: plantas que crecen, espigas que danzan,
granos prontos para moler y obtener la harina.
El pan: harina, sal, levadura, agua que se mezclan,
se abrazan, que se hacen masa;
masa que obtiene alguna forma bajo las manos que las acarician:
redondo, cuadrado, ondulado, trenzado…
Y el pan crece y toma color en el horno;
su aroma ya nos saca una sonrisa,
ya nos invita a sentarnos alrededor de la mesa,
o del mantel sobre el suelo,
para compartir la merienda, comer un pancho,
acompañar un guiso;
recuperar fuerzas, nutrirnos y así seguir.
Seguir jugando, seguir aprendiendo, seguir trabajando,
seguir compartiendo, seguir andando…
El pan, tan sencillo, tan cotidiano, tan necesario,
que se comparte con la familia, entre amigos,
en la comunidad…como la vida.
Con ese pan se identifica Jesús: «Yo soy el pan de la vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás»
El pan: tan conocido, buscado, peleado, compartido, disfrutado, llorado.
Que tiene una larga historia, donde interviene la naturaleza en sus ciclos de vida; interviene el ser humano en el amasado, la creatividad, el compartir y también, lastimosamente, en la desigualdad; interviene el propio Dios con sus misterios y sus promesas de una vida buena para todos y todas.
Que implica paciencia -mucha paciencia- en todos sus momentos; cuidados -para la planta, para la masa, para el pan mismo, para la fiesta de compartir-; saberes -no es cuestión de simplemente tirar alguna semilla, mezclar así nomas, pensar que el pan surgirá en un chasquido-; y sobre todo esperanza…
Pan que no puede darse en solitario, en soledad, dar lugar a la individualidad; siempre implica a otros, variedad, comunidad.
Yo soy el pan, dijo Jesús, pero muchos se olvidaron que no hablaba sólo de pan, sino de todo el proceso de transformación, comunidad y vida que el pan implica ¿Lo entenderemos alguna vez?
Mónica Hillmann
Pastora de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, acompañando a la Congregación Evangélica de Nueva Helvecia (Uruguay)