Leemos en nuestra Biblia: Juan 6:35, 41-51
Pensemos por un ratito en la necesidad del pan en la vida de las personas.
El pueblo de Dios cruzó el Mar Rojo en busca de una tierra mejor, donde la vida pueda ser posible en libertad, una tierra donde fluyan la leche y la miel, pero a poco de andar el hambre estuvo a punto de hacerlos retroceder, el recuerdo de las ollas llenas de carne, donde podían comer hasta saciarse los hace enojarse y querer volver a Egipto.
En busca de pan la gente debe migrar, abandonar su tierra, como debieron hacerlo nuestros antepasados que habitaban los valles y tantas/os en la actualidad.
Tan vital y necesario es el pan que, sin él no hay vida posible. Cuando falta, la vida se hace precaria, se marchita: los niños, las niñas y adolescentes no pueden llegar a ser quienes quisieran, no pueden concretar sus sueños y proyectos, la vida se vuelve dolorosa, toma caminos desesperados.
La falta de pan moviliza multitudes, desata fuerzas en disputa, tensiones, lucha. Sin justa distribución del pan no hay dignidad ni justicia.
Jesús asume la necesidad de pan de las personas por eso multiplica los panes y peces donados solidariamente y alimenta a la multitud hambrienta.
Antes, Dios envía el maná. El pan, en forma de rocío que viene de lo alto, sostuvo al pueblo durante 40 años en el desierto, posibilitando que el pueblo no vuelva a la esclavitud y la explotación.
Sin embargo, este pan nos lleva a pensar cuestiones que son transitorias, provisorias, que no terminan nunca de resolverse: sigue habiendo hambre en el mundo, las necesidades de millones siguen estando, por egoísmo, voracidad, desentendimiento del ser humano.
Jesús va más allá: sin pan no hay vida posible, pero se entrega y se juega de una manera definitiva para que las personas tengan Vida Verdadera.
El pan es símbolo de la comunión con Dios y con los hermanos (“el pan que yo les daré es mi propia carne”), en el banquete que Él mismo nos ofrece y que es definitivamente la Vida Plena en el Padre.
Así de vital es Jesús para nuestra vida, como el pan sin el cual no se puede vivir, sin su presencia la vida se marchita y se hace precaria. En Jesús, el Padre nos permite saborear de manera anticipada el banquete del Reino.
El Padre asume y se ocupa de las necesidades vitales, pero no se queda ahí, ofrece toda la vida como don/pan: con Jesús, Pan de Vida en nosotros, con Dios en nuestra vida, la Vida Verdadera se hace plena para siempre.
Mirelly Cardozo
Trabajadora Social- Comunidad Valdense de La Paz-Entre Ríos, Argentina