Leemos en nuestras Biblia: Marcos 9:30-37
Muchas veces se define al protestantismo como “el pueblo de la palabra”, algo que se sostiene en el afecto que tenemos por la Biblia, la Sola Scriptura, que nos transmite la voz de Dios, mediada por la vida y por las experiencias de las personas que nos narran sus historias.
Pero, la verdad, los y las protestantes no somos bibliólatras, no adoramos a la Biblia. Y es bueno decirlo en este mes de la Biblia. Por hermosas, valiosas, edificantes, poderosas que sean las palabras que ella contiene, somos el pueblo “del camino”, personas que siguen las huellas del Jesús palestino en su andar cotidiano. Así se conocía a las personas creyentes en los primeros tiempos del cristianismo: “los del camino” (Hechos 19:23).
El texto que hoy se nos propone, nos da la oportunidad de asociar las dos cosas: palabra y camino. ¿Qué palabras nos sostienen en nuestros caminos y qué palabras traemos a nuestras conversaciones para hacer de nuestros caminos, caminos verdaderamente evangélicos?
¿Serán los temas que conversamos en nuestras casas, en nuestros encuentros, en nuestras reuniones, los temas que agradan a Dios? ¿Y si pensamos en nuestras iglesias? ¿De qué cosas estamos hablando en nuestros cultos, en nuestras reuniones, en los consistorios, en las asambleas, en la escuela bíblica, en la preparación de los y las jóvenes? ¿Son los temas que Jesús quisiera que estuvieran en nuestras agendas? ¿O estamos esquivando asuntos valiosos para el proyecto inclusivo y de vida plena al que Dios desea sumarnos?
Las personas que acompañaban a Jesús no supieron mantener las mejores conversaciones. Cuando Jesús les pregunta sobre lo que venían cuchicheando en el camino, ellos no sabían qué contestar. Tuvieron que reconocer con vergüenza que el tema tenía que ver con las ambiciones humanas y no con el proyecto salvífico de Jesús. Se quedaron en silencio porque no se animaron a reconocerlo siquiera. Jesús les había dicho que lo iban a matar, que se le estaba acabando el hilo del carretel, que le quedaba poco tiempo… Y en lugar de estar cerca suyo, aunque sea en silencio -porque muchas veces uno no sabe qué decir cuando una persona amada se está muriendo- ellos se retrasan, se alejan de Jesús y tratan de pensar quién va a ser el más importante cuando él no esté. ¡Tremendo!
En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el espacio de formación para un buen discipulado. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que lo alaben, sino un grupo de personas responsables capaces de asumir un proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores y seguidoras. Y vaya enseñanza que les transmite en esta ocasión: ¿quieren ser importantes? ¡Hagan del servicio su prioridad!
¿Cuáles son los temas que nos ocupan, que nos preocupan, que nos entretienen, que nos distraen, que nos agobian, que nos quitan el sueño o nos adormecen el alma? ¿No es verdad que, como los discípulos, cuando nos alejamos unos pasos de Jesús, también nos enfrascamos en conversaciones que no tienen relación con lo que Dios espera de nosotros y de nosotras como personas, como iglesias, como ciudadanos y ciudadanas en un mundo quebrado y caído en mano de ladrones?
No nos quedemos lejos de Jesús porque si caminamos cerca suyo, la charla siempre es enriquecedora y liberadora, la charla siempre nos mantiene en el rumbo correcto y hace que, como les pasó a los caminantes de Emaús, se nos encienda el corazón, se nos renueve la fe, se fortalezca nuestro espíritu y se fije claramente en nuestra conciencia el llamado a construir un mundo en el cual, unos y otros, unas y otras, aprendamos a compartir, a convivir y a ejercitarnos en la solidaridad del reino.
Pastor Gerardo Oberman
Iglesia Reformada de Argentina