En el Sínodo 2022 fue electo nuevo moderador de la Mesa Valdense (MV) de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, el pastor Marcelo Nicolau. Marcelo, hasta el momento, tiene a cargo varias comunidades valdenses en el norte de Uruguay y ha sido integrante de la Mesa de forma intermitente desde el 2004; siendo Moderador entre el 2009 al 2012.
¿Cómo fue el proceso de postulación?
-Sinceramente, debo decir que no estaba dentro de mis planes presentarme este año para ser Moderador, pero como fui consultado por muchas personas y tengo experiencia, puse a disposición mi nombre ante la ausencia de candidatos/as. Esto responde a una postura de responsabilidad, ya que dos de las integrantes del grupo anterior se retiraron y cuando no hay una continuidad en una gestión, por lo general, eso termina siendo un factor negativo para la institución.
Los roles dentro de la MV son muy desgastantes para todos los integrantes, pero para quien tiene la responsabilidad de la moderatura es un poco mayor porque en primera instancia todo recae en esa persona, por más de que se trabaje en equipo.
¿Qué desafíos vas a encontrar ahora a diferencia del 2009?
-Hay muchas diferencias. En aquel entonces, una de las mayores crisis era la financiera, que se logró superar gracias a un diálogo entre las comunidades y la administración central. Este vínculo siempre es difícil; y sin dudas, es otro desafío más, potenciado por las restricciones a la movilidad que impuso la pandemia.
Ahora en este 2022, hay otras crisis más de fondo que es el modelo de iglesia que tenemos, que por décadas estuvo muy centrado en la figura pastoral y esto está en crisis desde hace un tiempo y se agudiza. Es una cuestión estadística, cada vez hay menos pastores y pastoras activos. Inevitablemente, el modelo actual está en crisis. Pero la estadística tiene siempre alguna explicación. Esa transformación va a ser el principal desafío.
Desde la administración se viene trabajando el tema, pero se debe profundizar. Creo que la dificultad mayor estará en imaginar una iglesia diferente a la que conocemos y darle la oportunidad de ser, existir, crecer. Para eso se necesita una actitud mental positiva, abierta.
Por otro lado, tengo la sospecha de que la pandemia nos ha hecho mucho peor de lo que pensamos. Tenemos la tendencia a romantizarla, la cual, en realidad, atenta contra el fundamento de la comunidad cristiana, que es el estar juntos/as y compartir. Esto tendrá un impacto que aún no dimensionamos, ya que nos hemos ido acostumbrando a estar solos y solas, a no consultar las decisiones, a no tomar en cuenta al otro o a la otra. Estamos ante un cambio civilizatorio.
Sacamos cosas buenas, como un mayor uso de la tecnología, pero que de todas formas mostró y agrandó las brechas sociales, la brecha digital. No todo el mundo tiene derecho a acceder a las redes informáticas; hay personas que tienen otras necesidades que como iglesia debemos ingeniarnos para atenderlas inteligentemente.
¿Cómo se trabajará en esta nueva etapa?
-Debemos seguir siendo un equipo, sentir que somos parte de un mismo cuerpo. El desafío de tener una visión de conjunto para que las decisiones administrativas que debemos tomar estén en armonía con esa visión de conjunto, y no con problemáticas puntuales que, a veces, pueden llevar a tomar malas decisiones.
Equipo de Prensa Sinodal
Daiana Genre Bert y Verónica Biech
Es claro y acertado el diagnóstico del Pastor Marcelo en cuanto ésta pandemia ha instalado por temor, preferir estar SÓLO a compartir momentos, instalando con ello una lejanía con los sentimientos, con la fe. El SER CRISTIANO es COMPARTIR. Creo con el Pastor que ESE ES EL DESAFÍO A SEGUIR