Leemos en nuestras Biblias: Lucas 13:1-9
Una vez más, con mucha crudeza, el horror de una guerra recorre las redes sociales y suscita reacciones encontradas. La ubicación del conflicto entre Rusia y Ucrania acrecienta el caudal de (des)información tanto en la misma Europa como hacia afuera, mientras la mayoría de las personas tomamos retazos para construir nuestro propio relato. Como bien señaló H. Maturana (Biólogo del conocimiento chileno): “no vemos las cosas como son sino como nosotros mismos somos”. Ucrania y Rusia, Rusia y Ucrania. Es evidente que el mercado de armas y su producción cuentan con las guerras, sino ¿para que se fabrican? Es imposible determinar todos los factores que desencadenaron esta tragedia, pero es posible afirmar, sin dudas, que mueren personas, que los vínculos familiares y los lugares de pertenencia son destrozados, no es solo una cuestión económica, ni histórica, ni ideológica, ni cultural, es la muerte que no tiene vuelta atrás. Las ideas y la búsqueda de chivos expiatorios no pueden esconder la masacre de vidas. En cada lugar del mundo donde se desata un conflicto se lleva un río de sangre y vidas truncadas. Por supuesto, también hay otras guerras injustas que se disputan cada día a lo largo y lo ancho del planeta, las víctimas son las personas, el ambiente, la justicia….
Es apropiado relacionar lo que sucede hoy con el comentario hecho a Jesús del asesinato de algunos galileos por Pilato. Este comentario parece ligar la suerte de los galileos asesinados con su culpabilidad. Algo así como: “esto les pasó porque lo merecían”. La respuesta de Jesús es una clara advertencia contra una creencia distorsionada y automática acerca de que el mal acarrea la desgracia y la inocencia felicidad y bendición. Jesús suma el ejemplo del derrumbe de una torre en Jerusalén sobre algunas personas: “¿Ustedes creen que ellos eran más pecadores que ustedes?”
Jesús previene contra la falsa seguridad, contra los relatos aprendidos sin ningún tipo de empatía o de solidaridad. Jesús destruye la idea de la inocencia de quienes aún viven. Nadie puede alegar pureza, ni inocencia (¡¡mucho menos Pilato!!). Jesús exhorta a un cambio de vida, a un arrepentimiento sincero, a dejar de ser comentaristas puros de las desgracias ajenas. Podría parafrasearse así: “¿ustedes creen que son menos pecadores que los ucranianos y los rusos, que la guerra no llega porque son mejores?” La intención de Jesús no es asustar. Por el contrario, la intención es promover una vida más plena y fructífera delante de Dios, de las personas y de la creación. ¿Qué duda cabe que somos parte de un modo de vida global que atenta contra la vida buena?
La parábola de la higuera refuerza lo dicho anteriormente. La higuera no produce fruto ya por varios años y el dueño propone cortarla para que no perjudique también la tierra en la que está plantada. La higuera es símbolo colectivo, de todo el pueblo, de toda la nación. ¿Para qué está la higuera sino para dar higos? La ausencia de frutos no es de una persona u otra, es necesario un cambio general. La intercesión del viñador propone un cuidado extra para ayudarla a fructificar, una nueva oportunidad. Se conjugan la severidad y la gracia. La severidad que obliga a tomar conciencia de las consecuencias de una vida alejada del propósito de bendición de Dios que va destruyendo a personas por doquier, creando injusticia, exclusión y muerte. ¿Habrá salida? ¡Es tiempo de gracia, todavía! No podemos seguir jugando a ignorar las consecuencias de nuestras acciones globales que acercan la sombra de un final de autodestrucción. Es tiempo de arrepentimiento, de tomar conciencia y ser semillas de una paz verdadera. Amén
Pastor Juan Carlos Wagner
Gracias por esta reflexión