Leemos en nuestras Biblias: Lucas 10, 25-37
No por nada se habla del Verbo Encarnado. La palabra tiene el poder de definir, de matar y de crear. Por supuesto, no es lo mismo hablar de Dios que de Diosa. Probablemente las imágenes ya hayan empezado a pulular por nuestras cabezas. No es lo mismo hablar de pobre, que de vagabundo, de vulnerable o vulnerado, de pichi, vago o persona. ¿Siguen apareciendo las imágenes?
¿Qué olor, vestimenta y cara tiene la pobreza?
Es cierto que cualquiera que entre dentro de la categoría de «pobre» puede revelarse ante eso, pero las palabras siguen funcionando y siguen creando realidades.
Dentro de nuestras comunidades religiosas es muy común hablar de servicio en relación al trabajo en comunidades vulneradas de derechos, pero ¿quién se anima a un servicio repensando la riqueza y la re distribución de recursos, por ejemplo?
Por eso Jesús ataja el encuentro del joven rico desde la palabra. La invitación de Jesús no es solo a vender todos los bienes, sino a que la riqueza se repiense y entienda su responsabilidad. Es una invitación a volver a imaginar los discursos e ir directamente hacia el encuentro comunitario con el otro, intentando asumir la valentía de verse a sí mismo como parte del problema. Es entender que, aunque hayamos hecho todo bien, para el encuentro no es suficiente y hay que volver a vivir nuestras palabras y discursos.
La invitación de Jesús no deja dobles interpretaciones. No sabemos qué pasó con el joven rico después, pero todavía tiene chance de volver.
Nicolás Iglesias Mills
Escritor y Maestro de Primera Infancia