Leemos en nuestra Biblia: Mateo 1:18-25
Me encanta que el evangelio de Mateo inicie recordándonos que Jesús, ese niño que todavía no ha nacido en la narración, no surge de la nada, sino que es engendrado por una tradición, una historia, y la suma de las historias y las vidas de todas aquellas que vivieron antes. Es hijo de la humanidad, nieto y bisnieto de muchas generaciones de hombres y mujeres que construyeron una narración especifica de creencias, mitos, tradiciones, esclavitud, liberaciones, con sus paisajes, sabores, dolores y recuerdos compartidos.
Ahí también es donde encontramos a José y Maria, y les encontramos en una situación de compañerismo antes de que sean reconocides como familia. Si Maria ya asumió la tarea que le viene encomendada, y la asume con un compromiso fuerte y consciente, José no sabe cómo acompañarla en ese rol, no quiere condenarla al juicio duro y patriarcal de su pueblo, pero tampoco sabe cómo asumir un rol a su lado. Me da escalofrío pensar en cuán actual es ese momento de dificultad que tiene José, en ver a su mujer empoderada, consciente y comprometida con lo que cree, esa mujer que no teme ir sola por las montañas a buscar aprender y construir desde la sororidad con Isabel. José, que no sabe cuál es el rol que puede tener en esa relación, porque no le fue enseñado, porque no es algo que en su entorno parece aceptar o entender, e implica una transformación profunda en su construcción identitaria, en su rol de varón, en su ser compañero, marido y padre.
Y es ahí que podemos empezar a ver las grietas que se generaron en los mandatos sociales, las decisiones y transformaciones personales de Jose y Maria, que llevan a la creación de un ser tan amoroso, distinto y empático que será el Jesús adulto de los evangelios. Un varón que no encaja en el sistema, que no actúa en acuerdo con las leyes y tradiciones, que propone una sociedad en donde no haya distinciones de valor entre mujeres, varones, extranjeres, niñes, enfermes… Una nueva forma de sentir y creer, en donde cada persona merece ser amada por la que es, una sociedad en donde los lazos y las decisiones personales y colectivas son determinades por y desde un nuevo sentido de amor.
Myriam Sappé