Leemos en nuestras Biblias en el Evangelio de Juan 14:15-21
“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. Vers 16-17
Estamos transitando el sexto domingo de pascua. Jesús resucitado, de a poco se está despidiendo físicamente de sus discípulos/as antes de su ascensión. La clave en sus palabras está en “amar al Padre”. Eso será consecuencia para que podamos recibir el Espíritu Santo que es quien nos protege, defiende, alienta y da fuerzas para seguir predicando ese Reino de amor paz y justicia que su Hijo vivió y enseñó mientras caminó junto a hombres y mujeres de su tiempo. “Los que son del mundo no lo pueden recibir” y nos preguntamos ¿quiénes son del mundo? Ser del mundo se refiere a aquellos que aman más las cosas del mundo que las del Reino de Dios. Si estando en este mundo, amamos a Dios por sobre todas las cosas, eso será justamente lo necesario para estar abiertos a recibir el Espíritu Santo, y partiendo de allí podremos ser capaces y estar dispuestos-as a movilizarnos en favor de la vida abundante para todos y todas.
Este amar a Dios por sobre todas las cosas, es estar abiertos-as a hacer su voluntad, a trabajar por el bien de todos sus hijos e hijas. Ese amor debe ser un amor comprometido, un amor que no nos permita mirar para otro lado ante el dolor y la injusticia de y en los seres humanos. ¿Es sencillo vivir en este mundo sin ser de él? Claro que no es sencillo, para y por eso Dios por medio de Jesús, tal como lo prometió a sus discípulos de aquel tiempo mientras transitaba todavía con ellos, como resucitado, nos manda su Espíritu, Espíritu Santo que es Defensor, Consolador, Verdad.
Entonces nos surge la pregunta, ¿no es para todas las personas, el regalo de recibir el Espíritu Santo? Hermanos/as, la respuesta es sí y no, es para todos sí, pero es prácticamente imposible recibirlo sin estar directamente conectados con Dios, nuestro Creador. Para graficar esto, podríamos pensar que es como que pretendamos encender una luz mediante la energía eléctrica, sin estar conectados a una red eléctrica. Necesitamos hacer diaria esa conexión con Dios para poder recibirle en nuestro corazón, alma y vida toda, para pertenecer a su mundo, (Reino) y así actuar confiados en que Él, nos dará esa fuerza y consuelo para cada momento de nuestra vida. Amén.
Zully Rivoir Negrín
Iglesia E. Valdense en Tarariras
Egresada del programa de capacitación para laicos ”Esfuérzate en la Gracia”.