Leemos en nuestra Biblia Mateo 28: 16-20
Así pues los once discípulos se fueron a Galilea, al cerro que Jesús les había indicado. Y cuando vieron a Jesús, lo adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo: Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos de todas las naciones; y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
Jesús les dejó a sus discípulos un mandato categórico y su compromiso de no abandonarlos. Mandato que da a sus discípulos y a nosotros hoy a quienes somos sus seguidores y seguidoras. Una tarea nada fácil para ellos en una época de mucha turbulencia social y opresión por parte del poder religioso y político; y nada fácil para nosotros-as hoy en una sociedad mundana, aturdida, bombardeada con promesas de políticos, de nuevos grupos religiosos, y de medios de comunicación que ofrecen productos, bienestar y seguridad con mensajes de salvación espectaculares.
Dice Jesús “Vayan, pues a todas las naciones, no solo a los más cercanos, a todas las naciones y háganlos mis discípulos, bauticenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta es nuestra tarea como seguidores de Jesús, evangelizar, «hacer discípulos» día a día a través de enseñanzas, acciones, dones recibidos, ejemplo y coherencia de vida, con seguridad, con fuerza, sin miedos, relegando algo de nuestro propio bienestar para dedicar un tiempo al otro-a.
A pesar de lo difícil que resulte enfrentar algunos patrones de vida instalados en nuestra sociedad, debemos animarnos a cumplir con el mandato del Maestro, confiando en su promesa cuando dijo «Yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo».
Vayamos pues, como nos pide Jesús, con corazones agradecidos y con humildad a contarle a otros-as que tenemos esperanza, que cambiar el mundo comienza con cada uno-a de nosotros-as, que Dios nunca nos abandonó, que siempre estuvo ahí cumpliendo su promesa, envió a su Hijo Jesús, quien cumplió su ministerio en la tierra, nos dejó su vida como ejemplo, sus enseñanzas, sus parábolas, las bienaventuranzas, su entrega. Lo persiguieron, lo condenaron injustamente y sin lamento alguno muere en la cruz por el perdón de nuestros pecados, resucitó y a de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
¡Que nuestro compromiso como cristianos/-as sea salir con fe y esperanza a contarle a todos-as como dice la canción que entonan con mímica los niñitos-as de Escuela Bíblica!:
«Tenemos que salir, que salir, que salir a contarle a todos-as.
Tenemos que decir, que decir, que decir que Jesús murió.
Tenemos que contar, que contar, que contar que ha resucitado.
Tenemos que salir, que decir, que contar que JESÚS ES AMOR».
Stella Chambón
Comunidad Colonia Iris, Bs. As.