¿Cómo discernir la verdadera autoridad?


Meditación a la luz de Mateo 21, 23-32


¿Tiene sentido todavía hablar sobre la autoridad? La palabra autoridad tiene mala prensa y, en muchos casos, quienes la ejercen, o la ejercemos, son poco creíbles, lo que fomenta una fuerte desconfianza.


La mirada bíblica sobre la autoridad puede ayudarnos, por un lado, a alejarnos de los estereotipos comunes y, por el otro, a ejercer un discernimiento saludable para redefinir este concepto y resaltar sus atributos positivos. Vayamos al ejemplo de Mateo 21. En los versículos anteriores a nuestro texto, Jesús provoca un escándalo mayúsculo al entrar en el templo y expulsar a los vendedores de animales, en especial a aquellos que cambiaban monedas de diferentes lugares del mundo por la moneda necesaria para ofrendar o realizar compras y ventas en el templo, la dracma judía. Fue un escándalo mayúsculo por el lugar y la actitud de Jesús, quien sin contemplaciones lanza una acusación directa: han convertido el lugar de oración en un mercado.


Esto levanta fuertemente la pregunta sobre quién es Jesús y de dónde proviene su autoridad y su derecho para actuar de esta manera. Un gesto tan fuerte, que podría parecer un ataque directo al “lugar que Dios eligió para asentar su Presencia” genera sospechas y rechazo por parte de aquellos que ostentan la ‘autoridad institucional’, como los sacerdotes y los miembros de la aristocracia, especialmente los del partido saduceo que forman parte del Sanedrín, el consejo supremo formado por 70 ancianos encargado de tomar decisiones sobre asuntos religiosos.


El problema surge cuando se cuestiona de dónde proviene la autoridad de Jesús, ya que esta no es institucional. Se convierte en un verdadero dilema reconocer quién posee realmente la autoridad de parte de Dios. Jesús lo sabe y les pregunta si la autoridad de Juan, el Bautista, venía de Dios o de los hombres. Para evitar complicaciones, ‘las autoridades’ eligen no responder, y Jesús hace lo mismo. Sin embargo, les propone un ejemplo sencillo sobre un padre y dos hijos. A ambos se les envía a trabajar en la viña. El primero inicialmente se niega, pero luego se arrepiente y va; el otro dice sí pero no va. ¿Quién de los dos está haciendo la voluntad del Padre?


La situación presenta una paradoja: quien parece desobediente actúa según la voluntad del Padre, mientras quien parece obediente no hace la voluntad del Padre. La autoridad no se deriva simplemente de las palabras, sino de las acciones. La verdadera autoridad va más allá de los roles; está compuesta por autenticidad, coherencia, coraje y fidelidad. Esta es la misma autoridad que tuvieron los profetas, levantados por Dios fuera de los márgenes institucionales. En la sociedad y en la iglesia ocurre lo mismo. Busquemos reconocer y aceptar la verdadera autoridad dondequiera que se manifieste.

Juan Carlos Wagner

Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.