La Iglesia medieval proporcionaba orden y sentido a las vidas de las-os fieles, desde el bautismo de las niñas y los niños hasta la asistencia semanal a los servicios, los ritos matrimoniales y la extremaunción.
Y dentro de este desorden y sinsentido, una idea genial surgió: la venta de indulgencias. Cada indulgencia prometía una cierta cantidad de tiempo que la persona no tendría que pasar en el purgatorio después de la muerte. Los papas decidieron venderlos para recaudar ingresos, construyendo su propio poder secular tanto como patrocinaban el arte y la arquitectura asociados al Vaticano.
El cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias, más conocido como las noventa y cinco tesis, es una lista de proposiciones escrita por Martín Lutero en el año 1517. De más está decir que esto provocó todo un cisma en la Iglesia católica.
Mientras tanto, un excelente artículo escrito por el hermano Orlando Allío, publicado el 30 de octubre del 2020, nos recuerda: «Para introducirnos en este tema, debemos remontarnos a los hechos históricos que se fueron sucediendo y desarrollando a partir de la década de 1170-1180 del siglo XII en adelante en la Europa Medieval.»
A partir de ese tiempo, el movimiento Valdense se presenta como un esfuerzo original de presencia y testimonio cristiano en el mundo, un esfuerzo que quería ser una respuesta al llamado liberador del Evangelio.
«Enmarcada en un preciso momento socio económico, expresó en gran medida el malestar de una generación de creyentes que, «habiendo escuchado el Evangelio», se colocaba en posición crítica frente a la institución eclesiástica moldeada por las «reformas» inquisidoras del pontífice Gregorio VII.”
Oremos tomando las mismas palabras de Orlando: Como cristianos-as Valdenses, estamos convocados-as e inspirados-as por ese Evangelio que, movidos-as por el Espíritu Santo nos lleve a proclamar, anunciar y testimoniar la Vida Nueva en Cristo.
Vida nueva que se manifiesta en el amor y la misericordia de Dios como único Señor y Creador.
Vida nueva que nace a partir de la cruz de Cristo, nuevo pacto de amor de Dios para con la humanidad.
Vida nueva en el Espíritu Santo, esa fuerza movilizadora y convocante.
Vida nueva que, por fe y sólo mediante la fe, nos llama al anuncio y el testimonio.
Vida nueva que se edifica en el amor al Padre y al prójimo-a. Amor que sólo se nos manifiesta por gracia y misericordia de Dios, y sólo para su gloria.
Celebremos y recordemos cristianas y cristianos reformados este Día de la Reforma en amor y en compromiso.
Amén
Daniel Geymonat, por Mesa Valdense