Agradecer y celebrar las huellas como motor para lo que viene

El domingo 18 de mayo, la comunidad de Paraná – Santa Fe organizó una celebración especial para agradecer la vida dedicada al ministerio pastoral de Claudia Tron luego de su emeritación en la última Asamblea Sinodal, marcada por la emotividad que genera recordar las huellas de Claudia en las vidas de otros y otras, y de la comunidad.


La Comisión de la comunidad de Paraná – Santa Fe realizó una invitación a todo el Presbiterio Norte Argentino al encuentro especial que tuvo momentos de celebración, charlas, anécdotas y almuerzo compartido. 

«Fue una celebración ecuménica muy linda, que muestra mucho la esencia de lo que es esta comunidad, y también de lo que es Claudia. Más allá de los momentos de charlas y regalitos, este encuentro estuvo marcado por los recuerdos porque casi todas las personas presentes compartieron anécdotas remarcando lo importante de la presencia de Claudia en algún momento de su vida. Eso, sin dudas, habla de su solidaridad, de su escucha amorosa, de su sororidad, como también dijeron”, comparte Miriam Barolín,  de la comunidad de Paraná – Santa Fe, y agrega: “Después me puse a pensar, hablas con personas de todos lados, de cualquier denominación, y en algún punto conocen a Claudia, o a alguien que Claudia conoce; en ese simple hecho están las huellas de su vida y ministerio. Gracias a Dios van a seguir estando presentes en nuestra comunidad”.

Por otro lado, Melina Wagner, también parte de la comunidad local, dice: “Fue un encuentro muy emocionante, no solo por darle una especie de cierre a este acompañamiento pastoral que ha hecho Clau en la comunidad, sino también todo lo que ha significado ella en cada una de las vidas de quienes estuvimos. Eso fue un poco lo que rondaba: las huellas que ha dejado en su caminar; huellas de amor, de acompañamiento, de formación constante, de búsqueda, de comunidad, de abrazos que transmiten, de solidaridad, de sororidad, de trayectoria e historias y tantas otras. En mi vida ha dejado la huella de la libertad, de la apertura de la palabra y de la inclusión a todes. De lo hermoso y maravilloso que es encontrar a Dios en lo cotidiano y en el otro, la otra, le otre”, y vincula la figura y rol de Claudia con los próximos pasos comunitarios: “Su tarea y liderazgo ahora nos deja un gran desafío, organizarnos y seguir formando esta comunidad; el desafío de unirnos, de caminar juntes e invitarla a que venga de visita y comparta una celebración del otro lado del Río Paraná”.

Un ministerio dedicado a la construcción colectiva

Tal como dice Miriam, hablar del trabajo de Claudia es recordar su paso tantos organismos y espacios que signaron el pensar y hacer teológico en Latinoamérica; es recordar las experiencias comunitarias desde el Chaco hasta en La Pampa; es entenderla como una referente de nuestra iglesia en justicia de género y construcción colectiva como en sus más recientes participaciones como la capacitación “Esfuérzate en la Gracia” y el Seminario Teológico Colectivo. El listado sería muy largo y, aún así, no reflejaría lo trascendental de su trabajo.

Por eso, a modo de síntesis del perfil pastoral de Claudia, tomamos sus palabras respecto a su labor en su última comunidad: “El hecho de habilitar la circulación de la palabra es una experiencia constante de formación. Toda la comunidad se vuelve protagonista, se va formando para hacer las diferentes tareas que asume de acuerdo a sus capacidades y dones. Creo que una de las claves para que esto suceda es dar tiempo a esas conversaciones, tal vez a nosotras-os nos ayudó el tiempo de pandemia porque empezamos a trabajar por medio de grupos y reuniones virtuales permitiendo la consolidación de espacios para pensar con otras y otros. Acompañar este proceso desde un rol de liderazgo, ya sea por una designación o porque la comunidad empodera, es estar comprometida con esa manera de trabajar, hay que creer y confiar en esa forma de encarar los procesos, en esa forma de crecer en la fe personal y comunitaria; de otro modo los liderazgos concentran poder y monopolizan la palabra”.

Además, hace hincapié en la apertura y el papel fundamental de la comunidad: “es necesaria una disposición de todas las partes para trabajar así; seguro es más complejo para comunidades que están acostumbradas a un modelo más tradicional; pero, en este caso, tuve la fortuna de trabajar en una comunidad dispuesta a crear un programa a partir de las necesidades, de los deseos de la comunidad y se fueron construyendo los acuerdos para que suceda. En este sentido, es clave darse el tiempo y habilitar la conversación sobre las prioridades y sobre cómo hacer para que las actividades sean significativas para la comunidad; cuando veíamos que algo no funcionaba o se pinchaba, no teníamos ningún problema en hacer una evaluación y dejarla. Es una búsqueda constante en otros modos de hacer las cosas sin que sea esto o lo otro; siempre desde el diálogo”.

“Tiene que haber una voluntad de todas las partes para habilitar la palabra, la recolección de propuestas y construir los consensos y dar lugar a que en la comunidad acontezcan experiencias de vida comunitaria, celebrativa, de servicio, de encuentro, que respondan a la diversidad de necesidades”, dice Claudia sobre su experiencia en Paraná – Santa Fe y quizás sea el gran desafío que deja sobre la mesa.

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