Lyon, Francia.
Pedro Valdo, un comerciante adinerado de Lyon (Francia) quien, aproximadamente en el año 1174 se convierte al Evangelio es quien pone en marcha el movimiento valdense. Decide hacer traducir en lengua popular parte de la Biblia y comenzar a leerla y predicarla al pueblo sin ser sacerdote. Al mismo tiempo renuncia a su actividad, a sus bienes, que reparte entre los pobres. Valdo no dejó nada escrito, ni reglas, ni órdenes; simplemente se limitó a vivir su fe. Estos valdenses primitivos eran laicos católicos que reivindicaban el derecho a predicar el Evangelio sin ser sacerdotes. Por ello fueron excomulgados de la Iglesia Católico Romana en el año 1184.
La conversión
Precisamente, será durante una de las peores carestías de la época, que Valdo se convierte inspirado por el ideal de pobreza que leía en los evangelios traducidos al idioma vulgar y por la leyenda de San Alejo que había escuchado de un juglar.
En la primavera del año 1173, Valdo entra en una crisis de conciencia. Tiene la gran preocupación por la salvación eterna; decide cambiar de vida, despojándose de sus bienes y vivir en la pobreza absoluta. En aquel entonces, conversión significaba entrar en un convento, a fin de vivir el cristianismo a fondo de acuerdo a los monjes. Pero Valdo no tomó esa decisión: continuó siendo un cristiano laico. Según el Anónimo de Laón, cierta vez Valdo escuchó a un juglar; se entusiasmó tanto que lo invitó a su casa. Los juglares tenían distintos orígenes sociales; eran músicos y educadores itinerantes… La itinerancia prefigura, de algún modo, la opción radical de Valdo. Después de la entrevista con el juglar, Valdo dialoga con un teólogo, quien le propone considerar Mateo19:21: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, y sígueme”.
Valdo asume esta exhortación de Jesús al pie de la letra, la toma en serio y se la adjudica a sí mismo. Le concede a su esposa la libertad de elegir entre los bienes muebles e inmuebles. La esposa no comparte la decisión de Valdo, pero finalmente elige bienes inmuebles: terrenos, agua, bosques, prados, casas, dinero, viñas, molinos y hornos. Valdo se queda con un horno, con el cual pagará la traducción bíblica. El dinero de Valdo es utilizado para rembolsar a los damnificados por la usura; una segunda parte la destina a la educación de sus hijas, en el convento de Fontevrault. Una tercera parte del dinero va para una olla popular para indigentes, que Valdo inaugura en Lyon el día de Pentecostés. Tres días a la semana, por dos meses, da de comer a los más pobres. El 15 de agosto, día de la Asunción de la virgen María, Valdo, viendo sus últimas monedas y tirándolas en el piso, exclamó: “Nadie puede servir a dos señores: Dios y Mamón” (Mt.6:24).
Muchos pensaron que se había vuelto loco, pero Valdo aprovechó para realizar su primera proclama pública evangelística, diciendo: “Ciudadanos y amigos míos: no estoy loco como Uds. piensan; más bien me estoy vengando de mis enemigos que me habían obligado a preocuparme más del dinero que de Dios, y así servía más a la criatura que al Creador. Sé que muchos me criticarán de haberlo hecho en público, pero yo lo hago por mí mismo y por Uds: por mí, a fin de que, de ahora en más, si Uds. me vieran poseer el dinero, digan que estoy loco; para Uds., a fin de que aprendan a poner vuestra esperanza en Dios y no en las riquezas.”