Vuelta a los Valles bajo el mando de Enrique Arnaud. Juramento de Sibaoud en Bobbio Pellice: pacto de fe y unión entre los valdenses.
“El glorioso retorno”
Tras la orden de partida, en la noche del 15 al 16 de agosto de 1689, novecientos hombres provistos con alimentos y municiones cruzaron el lago Leman, dejando atrás Suiza. Llegados a la orilla opuesta, en territorio del duque de Saboya, comenzaron el intento de cubrir los 200 km que los separaban de los valles, a marchas forzadas, escalando cerros y montañas. Caminaban día y noche, descansado sólo algunas horas, precedidos y seguidos por rehenes tomados para evitar toda resistencia. Al séptimo día de viaje, tuvieron que hacer frente a dos mil quinientos soldados franceses. La batalla fue corta y la victoria valdense, pero no era prudente descansar sobre los laureles. Tomaron cuanto pudieron de las municiones abandonadas y el día 24, desde las alturas del valle de Pragelato, pudieron contemplar de lejos, con lágrimas de alegría, sus amadas montañas. Después de duras jornadas de fatigas y de peligros, tuvieron el gozo de descansar en la aldea más alta de Massello: Balsiglia. Al día siguiente llegaban a Praly, donde encontraron el templo lleno de imágenes. Hecha una limpieza, quisieron celebrar allí el culto. El pastor Enrique Arnaud, predicó sobre las palabras del salmo 129: “Nuestros socorro es el nombre de Jehová que hizo los cielos y la tierra”, tratando de hacer comprender a sus compañeros el sentido de la aventura que estaban viviendo, sosteniendo que el regreso a sus tierras tenía por objeto que la predicación del evangelio se haga de nuevo presente en el Piamonte católico. Esta voluntad fue reafirmada en Sibaud, sobre las alturas de Bobbio, durante una asamblea, a través de un pacto de unión que expresaba el sentir del momento. Hoy hay un monumento que recuerda este momento y un himno que lo proclama. Ver foto, escuchar el himno en su traducción al castellano cantado por el coro de la Iglesia Evangélica Valdense de Colonia Cosmopolita, Uruguay.
EL JURAMENTO DE SIBAUD
Himno tradicional valdense
Pongámonos de pie
Es aquí que los padres
han jurado al Señor
de jamás renegar,
de consagrar a Dios
su vida enteramente,
de resistir el mal
a costa de morir.
Señor del Sinaí,
Dios de Pentecostés,
Dios de los mártires,
Dios de los padres,
como lo hiciste ayer
liberando a Israel,
estas librando
a este pueblo.
No nos dejes jamás
abandonar la fe.
y lucha con los que
luchando están por Tí.
Por este pacto, ayer
Dios bendijo a los padres,
y a nosotros también
quiere hoy bendecir
Valdenses, otra vez,
juntemos nuestras manos,
para decir: ¡Señor,
por ti quiero vivir!
Compartimos esta Versión del Juramento de Sibaoud entonado por el Coro de Cosmopolita.
Compartimos esta Versión del Juramento de Sibaoud de Federico Plenc.
Refugiados en la Balsiglia Los valdenses habían llegado al término de su viaje, pero no eran dueños de los valles. Los ejércitos piamonteses y franceses, todavía unidos, emprendieron la tarea de darles caza. La lucha, durante los meses de septiembre y octubre, fue continua, hasta que viendo que no podrían resistir de esa manera indefinidamente, y recordando el consejo de Janavel, decidieron retirarse a la Balsiglia, Allí construyeron trincheras, caminos, cabañas. Era una fortaleza natural, donde Arnaud y sus hombres, se aprestaron a pasar el invierno, protegidos de los ejércitos por los peñascos y la nieve.
El día más largo.
Los meses de guerrillas y de soledad desintegraron el cuerpo de la expedición, quedando sólo alrededor de 300 valdenses, privados de toda posibilidad de rescate. En esta circunstancia, el pastor Arnaud se convirtió en el jefe militar y religioso del pequeño grupo, como lo había sido Janavel en 1655. Fue al ritmo de sus prédicas, que no permitían un momento de inseguridad o decaimiento, que aquel manojo de desesperados llegó a ser una verdadera comunidad reformada. Al llegar la primavera, el ejército francés se había puesto nuevamente en pie de guerra a lo largo del valle, atacando el refugio valdense. Sobre el despeñadero, los 300 campesinos andrajosos, amontonados en sus trincheras, celebraron el último culto antes del ataque, que los obligó a abandonar la trinchera y retirarse sobre la última cima a esperar la muerte. Pero fue entonces cuando aconteció lo imprevisto: durante la noche que el enemigo aseguraba sería la última, los valdenses lograron escapar envueltos por la niebla, a través de una roca muy empinada y resbaladiza que bordeaba un precipicio. Al aclarar el día se encontraban lejos del alcance de los cañones.
Por fin dueños de casa Otro hecho imprevisible y de mayor alcance cambió el destino de los valdenses poco después. El duque Amadeo II rompe su alianza con Francia y se alía con Inglaterra y Austria. Con este hecho los valdenses están salvados. El “Glorioso Retorno” llega realmente a su fin: el 4 de junio el duque de Saboya firma el edicto por el cual los autorizaba a permanecer en su patria. Paulatinamente, volvieron los desterrados y las familias que habían adjurado en tiempos de persecución, de manera que antes de fin del año 1690 se habían repatriado casi todos, recomponiéndose así la antigua comunidad, diezmada, disminuida, pero salvada milagrosamente.
¡Con qué alegría aquellos montañeses se ocuparon de la reorganización de su vida civil y eclesiástica, se dedicaron a reedificar sus casas demolidas, a cultivar las tierras abandonadas! ¡Con qué agradecimiento y con qué fe se consagraron a la libre adoración de su Dios!