Con la mirada puesta en Jesús. Ni todo el ojo en el pasado, ni solamente en el futuro. Ni medio y medio, sino en lo trascendente que irrumpe. Eso que nos dicta la fe al corazón: es por acá. La corazonada, la apuesta, el salto de la fe.
Es con la mirada en Jesús, la que está en el rostro del prójimo, en lo que nos interpela, nos hace de espejo, en el otro, la otra. Allí donde encontramos el rostro de Dios.
Así comenzaba el mensaje que la pastora Carola Tron compartió el el culto de inicio de la 61° Asamblea Sinodal; invitándonos a tensionar el pasado, el presente y el futuro en nuestra iglesia, pero sobre todo para poder poner la mirada en Jesús, es un llamado a descubrir otra dimensión de la vida.
Inicia una asamblea donde se debate, se pone en común, se comparte, se piensa, se siente. Un tiempo y un espacio destinado a trabajar en el fortalecimiento de acciones que reflejen el testimonio de fe, vivo y en movimiento.
En el mensaje, Carola también decía: hay algunas cosas innegociables, por ejemplo, la razón de ser de la fe, la esencia del ser iglesia que es confesante o no es iglesia, porque para ser iglesia hay que estar dispuestas y dispuestos a pronunciarnos ante las injusticias y violencias, a resistir ante las amenazas de una identidad protestante que hoy se ve confrontada con otras experiencias religiosas funcionales al sistema: aquellas que prometen bendición y prosperidad en un mundo cada vez más injusto, violento; aquellas que ponen en boca de Dios castigo y odio por lo diferente, aquellas que van dañando todas las dimensiones de la vida y la existencia, aquellas que predican meritocracia en un mundo lleno de sufrimiento.
Y nuestra fe se traduce en obras, por eso nuestra diaconía tiene que ser transformadora y denunciar las injusticias, por eso nuestra ecología tiene que ser confesante de los arrebatos y la violencia que como humanidad acometemos con la vida que nos circunda, coherente con la administración de los bienes, la energía, la vida. Nuestra fe tiene que ser amorosa, testimonial, liberada y liberadora, soñadora, generosa, comunitaria, perseverante.
La invitación es a seguir caminando, a perseverar, para que quienes vienen después tengan testimonios a los que aferrarse para que el sueño de una vida plena y digna para todos y todas esté intacto a pesar del odio y la violencia de un mundo muchas veces injusto.
Al decir de Mesa Valdense en su informe: Comenzamos a transitar el año 851 de la era valdense. No hay garantías para el futuro. El pasado no alcanza. (…) Es claramente un tiempo de decisiones, un tiempo de sinceramiento y bifurcación de caminos, donde no es posible no elegir, sino que se nos confronta a decisiones trascendentales para nuestra iglesia presente y futura.