Les presentamos la primera entrega del ciclo “Hacer memoria, soñar futuro”: una conversación con Silvia Regina De Lima Silva, directora del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) de Costa Rica.
Compartimos aquí algunas reflexiones en voz alta que surgieron a partir de algunas preguntas que venimos construyendo durante el proceso de planificación de los seminarios. Para nosotros-as, el diálogo y trabajo articulado con el DEI es parte de la alianza estratégica que nos proponemos para este espacio de formación colectiva, por eso también situamos esta entrevista en el marco de las celebraciones de estos 850 años de caminar del Movimiento Valdense. Deseamos que la disfruten, tanto como nosotros-as.
- Desde el equipo coordinador de los Seminarios Teológicos Colectivos venimos conversando y reflexionando mucho sobre la importancia de este tipo de espacios en la vida comunitaria, sobre ese ida y vuelta entre lo que nos da la comunidad a cada uno-a de nosotras y lo que podemos devolver. Entonces, arrancamos por acá, por las implicancias de estos espacios en sus diversas formas y propuestas.
Bien, creo que muchas veces la formación fue vista, por las iglesias y los movimientos sociales, como un lugar al que voy a transmitir mis convicciones, conocimientos, posicionamiento político; al que voy a formar personas, meterlas dentro de cierto molde en lo que yo creo. Es hora de que revisemos críticamente ese tipo de formación, que todos y todas hemos hecho, porque no da cuenta de la realidad que tenemos ahora, es insuficiente porque a veces ni nosotros-as mismas estamos tan seguras de tener “la verdad”. Nunca la tuvimos, pero antes se pensaba que teníamos una verdad que transmitir.
En este sentido, es fundamental una formación que nos haga caminar y que alimente este proceso de búsquedas en el que estamos, pero no es por una sola verdad; una formación que nos dé fuerza, nos oriente, que rompa y abra caminos. Es fundamental la escucha para ver otros elementos, por ejemplo, para entender que el cuerpo no es algo separado, sino que es un proceso de formación-cuerpo, y para ello hay que pensar sobre la decolonización de nuestros cuerpos.
En este tipo de formación, como organizadores-as, participamos de ese proceso porque entramos con todo el cuerpo y nos dejamos transformar en el proceso que estamos proponiendo. Retomando las palabras de Mario Flores, “no podemos hacer que la gente vaya a lugares en los que no hemos estado”, no se vale proponer pasos que nosotros-as mismas no estamos dispuestas a dar, ya sea a nivel individual como comunitario. Es por esto que decimos que los procesos de formación comunitaria son muy importantes, porque nos involucran como cuerpo, porque nos desafían como cuerpos a ser decolonizados.
La desesperanza es un sentimiento recurrente en estos tiempos, sin embargo, cuando juntas a un grupo, cuando reúnes voluntades que están en ese proceso de búsqueda, ¡mi amigo, eso de la desesperanza no está! Y no está no porque cerremos los ojos, sino porque somos capaces de descubrir y hacer despertar en otras personas la fuerza que tienen y tenemos. Los procesos de formación, hoy en día, están para colaborar en ese despertar comunitario y colectivo, para ayudarnos a creer nuevamente en la fuerza que tenemos, fuerza que sólo se redescubre y fortalece con otros y otras.
Podemos decir, entonces, que estamos en el momento de la comunidad, de lo comunitario, de lo colectivo. La formación tiene sentido en la medida en que fortalece esos procesos, que no reúne a la gente para pensar como yo pienso, sino que reúne voluntades para que se fortalezca la construcción de ese proyecto que podemos llamar el Reino de Dios, la sociedad en donde quepan todos y todas, del buen vivir. Le podemos dar nuestros nombres a estas utopías que nos habitan.
- ¡Qué claridad! Además, creemos que estos procesos de formación no se realizan si no lo hacemos construyendo una lectura de la realidad, esa búsqueda por detectar indicadores del momento en el que nos encontramos como sociedades que habitamos el continente y el mundo. Porque entendemos que hay una disputa por la forma de realización de la vida.
Eso es indispensable. El momento que vivimos en América Latina y Centroamérica es desolador, hay muchas violaciones de los derechos humanos, es muy duro. Hay un avance de movimientos fundamentalistas, ya sean religiosos o políticos, que desprestigian lo colectivo y promueven el individualismo. Las experiencias en nuestra región nos permiten ver la resonancia y articulación que tienen estos movimientos y cómo impacta en la vida de la gente.
Para hacer frente a esta realidad y al desánimo que muchas veces imposibilita continuar la militancia y activismo, el primer elemento es seguir creyendo y confiando en lo colectivo; un segundo elemento tiene que ver con deconstruir esa “verdad” teológica que es patriarcal, jerárquica, androcéntrica y adultocéntrica. Creo que nuestro papel es ayudar en este proceso de deconstrucción de ese discurso teológico patriarcal.
Por otro lado, un ejercicio que veo como potente es lograr, desde las comunidades de fe, otras experiencias significativas de la vivencia comunitaria. Lo pongo también como desafío. Muchas veces nos encontramos repitiendo lo mismo que siempre se hizo, y tal vez no adhieran a esos discursos fundamentalistas, pero no alcanza si en el ejercicio de repetir tradiciones no hay ninguna resonancia y ningún peso en la transformación de las injusticias.
Uno de los aportes de las comunidades es buscar otra forma de ser iglesia, y seguir creyendo que eso es importante. Para mí, un espacio que tiene más preguntas que respuestas nos pone ante el desafío de llegar a otros grupos. Es insuficiente que nos reunamos quienes pensamos igual, el desafío está en construir comunidad con quienes piensan diferente, superar la división de la violencia y el odio que nos llama enemigos-as.
- Ese viene siendo un intento constante desde los Seminarios de Formación Teológica Colectiva, es un espacio que surgió con el objetivo de pensar la formación como herramienta de construcción de ese otro mundo posible, un mundo que acorte las distancias y nos fortalezca en comunidad, que celebre la diversidad aunque a veces sea más complejo que charlar entre quienes pensamos más o menos igual.
Para nosotros-as la compañía del DEI, desde el inicio de este camino allá en 2017, es muy importante, es una alianza estratégica que nos permitió desarrollar temas muy complejos con simpleza y profundidad, nos amplió la mirada, nos animó y miró todo el recorrido con cariño.
Nos pasa algo similar. Desde el DEI vimos con mucha esperanza y confianza este proceso. Al notar que para ustedes es fundamental el trabajo con las iglesias y con personas vinculadas a procesos eclesiales, nos ayudaron a creer y querer acompañar este camino, porque compartimos sectores de trabajo, porque nos motiva la transformación de la realidad.
Nos llamó mucho la atención el compromiso de las personas jóvenes, y sostener eso desde un proceso intergeneracional, me parece fantástico. Lastimosamente aún no pude estar en persona en ningún seminario, pero lo veo en cada una de las reuniones compartidas durante estos años.
Además, para el DEI es muy importante la apertura a nuevas temáticas o esa búsqueda que ustedes tienen en los Seminarios de responder a nuevos desafíos. Nuestro aporte es buscar a personas que los y las acompañen, escuchando e interpretando sus perspectivas de trabajo. Y esto es muy bonito porque el retorno que recibimos de las personas que sugerimos para los aportes demostró que el equipo coordinador tiene apertura para trabajar juntos y juntas. Aquí hay algo interesante, estamos construyendo un puente entre el centro y el sur de América.
Siempre digo que lo que sale del DEI es fruto de un proceso de construcción colectiva; y quiero remarcar esto porque vemos que ustedes también realizan este camino de construcción colectiva del conocimiento. Para nosotros-as es cada vez más evidente la necesidad de hacerlo así, diría que no hay otra forma de producir conocimiento que no sea dialogar con la realidad desde un ejercicio colectivo.
Diría, también, que es importante resistir y mantenernos en pie. Hace unos años Ivone Gebara decía, en otro contexto, es tiempo de permanecer. En este tiempo, permanecer es un acto de rebeldía, me atrevo a decir que es revolucionario; y si podemos permanecer unidos, unidas, unides, va a ser mucho más agradable.
- El DEI camina sus 47 años de trabajo en torno a los procesos de formación y organización.
Así es. La fundación del Departamento Ecuménico de Investigaciones de Costa Rica se remonta al 1977, como un espacio de encuentro para compartir la investigación y el análisis de la realidad, que luego da paso a la creación de un espacio de formación. El DEI surge del compromiso con la defensa de los derechos humanos y, lo que hoy en día llamamos, red de la vida; dando respuestas a un grupo de personas exiliadas por su compromiso social.
Siempre fue un espacio latinoamericano y caribeño, la formación fue siempre ecuménica; aunque hace un tiempo comenzamos a hablar de diálogos interreligiosos porque también es muy importante la relación con las religiones indígenas y las de matriz africana. Una de las cuestiones que es importante para nosotros-as tiene que ver con que no queremos bautizar ni identificar religiosamente a nadie, hacemos referencias a las personas comprometidas con la red de la vida y la transformación social; esas motivaciones, esperanzas y sentido de fe dieron forma y contenido a este proyecto que viene caminando así estos 47 años de vida.
Los marcos que sostienen este proceso de formación se fueron actualizando con el paso de los años. La Teología de la Liberación fue muy importante desde sus inicios, hoy la llamamos Teologías de la Liberación, en plural; a la par, como si fuera un riel, trabajamos el análisis de la realidad y el compromiso con la transformación social. Este marco se fue ampliando, se fue permeando con la teología feminista, la dimensión ambiental, las teologías de los pueblos originarios y la teología negra. Creo que todo este camino nos permite hoy hablar más de espiritualidades liberadoras; un proceso no exento de conflictos, claro. Por otro lado, el diálogo con las ciencias sociales nos permitió hacer un análisis más complejo de la realidad, incorporando elementos de otras disciplinas.
Este marco fue en gran parte lo que nos permitió caminar, no de forma lineal, para continuar profundizando algunos aspectos; pero lo importante siempre fue la escucha de la realidad y los desafíos que desde allí se nos plantean.
- Gracias al DEI por ser sostén y compañía de este proceso. Gracias Silvia, por tu calidez y claridad. Nos despedimos deseando que esta conversación sea una linda pausa, una linda excusa para pensar un rato.