El denominado Año Cristiano o Año Eclesiástico tiene diversas fechas y períodos de tiempo que están establecidos desde hace siglos en varias tradiciones cristianas. Uno de esos períodos es el de Cuaresma, el cual se estableció como 40 días antes del Jueves Santo sin contar los domingos involucrados, partiendo del Miércoles de Cenizas. La intención para dicho tiempo especial fue de tomarse un tiempo, una “cuarentena”, para la preparación de la celebración de los días finales de la Semana Santa.
El número 40 aparece diversas veces en la Biblia: a) en el relato del diluvio (Génesis 6 a 9); b) en la narración de la experiencia de Moisés en la montaña del Sinaí (Éxodo 34:28); c) en la marcha de Elías rumbo a la montaña de Horeb (o Sinaí: I Reyes 19:8); d) en el período de prueba o preparación de Jesús en el desierto, donde es tentado antes de comenzar su ministerio (Marcos 1:12-13; Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13); e) en la numeración de Lucas sobre el tiempo de las apariciones de Jesús resucitado (Hechos de los Apóstoles 1:3).
La Semana Santa es un tiempo en el cual muchas personas aprovechan para pasear, para lo cual hay que prepararse con un cierto tiempo. Para el cristianismo, la Semana Santa es uno de los períodos más significativos del año, por eso desde la antigüedad se consideró que era bueno y necesario prepararse debidamente a fin de celebrar esa memoria de Jesús, contada de manera muy relevante en los evangelios.
En la Iglesia Valdense, por lo general, no hemos puesto énfasis en la Cuaresma, ni desde lo doctrinal ni desde lo litúrgico ni desde lo pastoral. Pero podemos reconocer que, como modo de entrar en sintonía ecuménica con otras iglesias, este tiempo puede ayudarnos a repensar y re-sentir o re-experimentar nuestra relación con Dios, con la Iglesia, con nuestros semejantes y, en definitiva, a profundizar nuestro testimonio cristiano en la sociedad.
No vamos a dar recetas espirituales; pero, como una forma de aconsejar algo al respecto, sí sería bueno que cada creyente, o aspirante a serlo, se tomara unos momentos, unos días, unas semanas, para animarse a preguntarse y preguntarle a Dios: ¿qué puedo creer? ¿Qué puedo esperar? ¿Cómo puedo amar a mis semejantes? ¿A quién puedo pedirle ayuda para afirmar mi fe? ¿A quién, para profundizar en la teología, la doctrina, la ética? ¿De qué forma puedo colaborar en la Iglesia? ¿Qué testimonio cristiano puedo dar en el mundo?
La fe en Jesucristo no está confinada a determinadas celebraciones del Año Eclesiástico, pero los tiempos establecidos para el ordenamiento litúrgico y pastoral de la Iglesia tienen una orientación didáctica en nuestro camino espiritual, teológico, testimonial y comunitario. Necesitamos ayuda-memorias que nos recuerden, cada tanto, que nuestra existencia puede adquirir dimensiones más profundas y sorprendentes si tomamos en cuenta a Dios, a Jesucristo, su Espíritu y la Iglesia.
Como Iglesia Valdense estamos en ese camino y nos vamos a alegrar mucho si, en nuestras comunidades, siguen sumándose personas que pueden enriquecernos con sus vidas, preguntas y testimonios.
Álvaro Michelin Salomon