Leemos en nuestras Biblias: Mateo 28, 16-20
El domingo pasado celebramos la fiesta de Pentecostés, con lo cual comenzamos una nueva época litúrgica. Es el tiempo de la Iglesia. Teológicamente, aquel en el cual se nos recuerda que aquellas, aquellos que queremos ser sus discípulas y discípulos, somos desafiados a continuar el ministerio de Jesús.
El eje central de dicho ministerio fue la proclamación del Reino de Dios. En razón del Reino sanó, predicó, enseñó, alimentó, acompañó, liberó.
De ese modo, hizo gestos concretos de lo que esto significaba para la vida de las personas. Incluso al querer involucrarnos de manera concreta, nos enseñó a orar por la venida del Reino. En este marco, nos queda claro que estos pocos versículos pueden ser entendidos como la agenda de la Iglesia.
Agenda es una palabra fuerte en esta altura del avanzadísimo proceso de globalización que vive el mundo. Hoy, todo se rige por agenda. Al punto tal, que el vocablo se ha convertido en palabra común, en metáfora cotidiana cuando queremos decir que algo se ha tornado fundamental.
Estoy segura que hemos escuchado o dicho muchas veces, para reafirmar la prioridad que le damos a algo: “lo tenemos agendado”. Eso no apunta a que ya lo anotamos, literalmente, en nuestra agenda, sino que significa algo más. Si algo entró en nuestra agenda, es porque le hicimos un lugar de importancia en nuestras vidas.
En ese sentido, estos versículos del Evangelio de Mateo, son el desafío para agendar en nuestras vidas de discípulas y discípulos de Jesús.
Son palabras conclusivas del vertiginoso ministerio de Aquel que impactó de lleno en el eje del mundo y lo movió. Después de ese soplo poderoso de un amor inaudito, ya nada quedó en su sitio como antes. Convincente argumento para escuchar esos cuatro imperativos –vayan, hagan discípulos, bauticen y enseñen– y agendarlos sin dar vueltas.
Hermana y hermano, si ese desafío amenaza con superar nuestras fuerzas individuales y comunitarias, ahí está la rúbrica del Maestro: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de los tiempos.” Él dice: todos los días.
Es evidente que la construcción de la esperanza, es necesaria que sea también para nosotras y nosotros, una cuestión de agenda. Amén
Ana María Barolín