Leemos en nuestra Biblia Mateo 20: 1-16.
El texto de Mateo nos deja un mensaje esperanzador. Todes somos hijos de Dios. Nosotres les cristianos debemos aprender del hombre de la viña, del padre. El acuerdo que él hace con les “desocupades” a quienes invita a trabajar en su viña, nos muestra que cada quien recibe su paga según “lo acordado”, lo que es justo. No importa el tiempo que se le dedica al trabajo, las horas, si hace frío o calor. Lo importante es que al final reciben su paga, todos por igual, haciendo hincapié en que “los últimos serán los primeros”.
Así, en nuestro caminar cotidiano, nos vemos en reiteradas oportunidades juzgando a quienes según nuestro punto de vista, son les últimos. ¿Quiénes serían estos últimos? Es difícil decirlo con certeza, ya que todo depende del lugar en el que nos paramos para ver. La perspectiva. El Paradigma. El modelo. Y aquí va otra pregunta: ¿quiénes somos nosotres para juzgar a nuestres prójimos? ¿no es acaso que todes somos invitades a incorporarnos a la viña del Señor?
Por lo tanto, es nuestro deber ético, como cristianos, evitar los juicios de valor hacia nuestres semejantes. Incluirles también es revelador para quienes transitamos los caminos de la fe. En este caso, aprendamos a discernir acerca de aquelles hermanes que padecen hambre, discriminación por raza, sexo, ideología política, nivel económico, etc….aprendamos a no juzgarlos, a incluirlos, evitando los mandatos patriarcales, los mandatos que el sistema nos impone, desde una mirada más inclusiva, más humana y menos egoísta. Aprendamos a compartir nuestros dones, a tender una mano, a abrazar desde el respeto tolerando las diferencias sin juzgar, y reconociendo en el otre todas sus potencialidades y dones.
Todes somos hijos de Dios, y desde esta afirmación, todes seremos llamados a recibir nuestra recompensa, sin importar si estamos primeros o últimos. Claramente que los últimos, no son diferentes a nosotres, según desde donde se mire. Entiendo que les últimos son aquelles hermanes que por diferentes razones (elegidas o impuestas) se han demorado en el despertar hacia la libertad, la vida plena que nuestro amoroso padre nos invita cada día de nuestras vidas. Sin lugar a dudas, Mateo nos deja una gran lección: obreros somos todes, y en el obrar nuestro de cada día, nos invita a no perder de vista lo importante, “todes somos iguales ante los ojos de Dios”. Y desde este entender la vida, somos llamados a practicar la inclusión, la solidaridad, la empatía, despojarnos de nuestras envidias y de nuestros celos, de nuestras dudas, de nuestros prejuicios, estar abiertos y receptivos ante los acontecimientos que como hijes de Dios hemos venido a transitar en esta humanidad. En todos los órdenes de la vida.
Lic. Patricia Indiana Medina
Trabajadora Social – Miembro IEVRP- Grupo Paraná, Santa Fe.