Reflexiones sobre Mateo 22:34-46
Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En este pasaje, los fariseos, expertos en la Ley, intentan poner a prueba a Jesús con una pregunta: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?» La respuesta de Jesús abarca dos mandamientos fundamentales: amar a Dios con todo el corazón, el alma y la mente, y amar al prójimo como a uno mismo-a. En ellos, Jesús sintetiza toda la Ley y los profetas.
Esta enseñanza trasciende el cumplimiento meramente ritual de la Ley. Jesús nos llama a mantener una relación profunda con Dios basada en el amor, y a ser compasivos-as con nuestros hermanos y hermanas. Jesús busca transformar nuestros corazones hacia el amor y la compasión.
En relación al segundo mandamiento, es importante entender que el tipo de amor al que Jesús se refiere va más allá de los sentimientos cálidos y, a veces, confusos que solemos asociar con la palabra «amor». El mandamiento de amar a nuestro prójimo-a se deriva de Levítico 19, un capítulo que proporciona una descripción detallada de lo que significa amar.
Amar a nuestro prójimo-a implica no emitir juicios injustos, no permitir que la situación financiera de alguien afecte nuestra relación, juzgar con justicia, evitar calumnias, no sacar ventaja de la situación de otros, no odiar, no vengarse ni guardar rencor. En este contexto, el amor se manifiesta a través de nuestras acciones, prohibiendo el odio y el rencor.
Este pasaje nos invita a evaluar si nuestro servicio a Dios y a los-as demás está arraigado en el amor genuino y desinteresado. Jesús nos incita a vivir en coherencia con estos dos grandes mandamientos, recordándonos que en ellos encontramos la esencia de la vida espiritual y el camino hacia una relación plena con Dios y nuestros-as hermanos-as.
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