RELATO DE UN ENCUENTRO – Edición mayo 2020

Encuentros manchas para amanecer con esperanza

Me invitaron a pensar en un encuentro significativo, un encuentro que este enlazado con mi vida de fe. Como mi pienso estaba muy caprichoso con mi situación actual decidí senti-pensar el encuentro con mi hija, a quien estoy gestando mientras escribo.

Me dispongo a pensar en el encuentro, en este marzo tan lleno de incertidumbre y en este abril que continúa dando pinceladas de caos, miedo y aislamiento. Un tiempo donde el encuentro se hace de maneras poco amistosas, lleno de discurso, lleno de palabras y pantallas mediante. Encuentros faltos de cuerpo: gesto y expresión. Mientras tanto en el vientre se quiebra la lógica, siendo el movimiento y la danza un encuentro constante entre dos cuerpos que se fusionan.

Desde la panza se siente, siempre, por eso es importante pensar con sentido, compadecerse. Desde allí es que nos encontramos. A mediados del año 2019, con la comunidad del Parque «17 de Febrero» escuchábamos a Pablo Ferrer. Él nos proponía pensar en las diferencias de cada encuentro, enlazando esta idea con su análisis sobre las experiencias que algunas personas habían tenido con Jesús, previos y posteriores a su resurrección.

Pablo Ferrer, proponía pensar dos tipos de encuentros. Aquellos que transforman y liberan, que producen cambio; esos que no cumplen con las formas establecidas y que, lejos de ser funcionales, irrumpen en el orden que se intenta imponer: «los encuentros manchas». Por otro lado, en contraposición, están: «los encuentros protocolizados», que son funcionales al orden, a los que llama: la máquina.

Cuando se habla de la resurrección, se habla de los encuentros que tiene Jesús. Todos ellos tienen una referencia común: personas de un pueblo que ha perdido a su líder, que se encuentran en una situación de desesperanza. Entonces, el encuentro representa aquí, ante todo, el vencer la muerte; no solo física sino, y sobre todo, a la muerte de la esperanza. La resurrección de Jesús pone en jaque al orden, a la máquina, al mundo tal y como lo comprendemos, pone en duda toda certeza.

El sentido que adquiere la resurrección en esta lectura, es revelador. Nos obliga a no abandonar el pienso, la alerta, la sospecha y la molestia por el orden injusto y opresor que

se nos presenta como natural, discurso de la hegemonía mundial. Propone destruir lo que la máquina tiene aceitado. La comunidad del Parque «17 de Febrero», dice al respecto: «La resurrección es algo que habilita las manchas. No tienen la forma de lo que decimos: dibujo. Habilita, manchados y manchadas, poder reconocer esas fuerzas de la resurrección» (Plenario – debate).

Es así que, en este tiempo de cuaresma, renovando la fuerza, es necesario detenernos a mirar nuestros encuentros y ver que tan manchados están. Ello implica verse frente a la máquina, mirarla, ponerle atención y ver qué parte podemos desestructurar.

Hoy mi encuentro no es solo con mi hija, sino con la maternidad. Una cuestión de la que mucho se habla, sobre todo cargándola de pretensiones -permítanme sospechar que esto se da porque las madres somos mujeres-. Estas pretensiones son fuertes y los discursos están siempre -o casi- ligados al sacrificio y postergación de las mujeres para cumplir con la tarea de maternaje.

Esa es la cara que me ofrece la máquina: un orden que pide que cumpla con ciertas exigencias para criar con rasgos de perfección. Esto me moviliza, me alterna y me preocupa; porque sin dudas, los encuentros que se tengan con quien se materna -nuestras niñas- no pueden ser «encuentros mancha» sí una de las personas no está teniendo la posibilidad de tener una vida plena, si no está siendo un sujeto activo en la vida pública, sino que, por el contrario, se le deja reservada para la vida privada.

Mi comunidad dice: «El encuentro como transformador, ahí está la esperanza. Ese encuentro tiene que hablar del Proyecto de vida buena y abundante para todxs. ¡Tiene que ser esperanzador!»

 

¿Como criar para que un proyecto de vida buena reine?

¿No es contradictorio hacerlo desde el sacrificio -postergación- personal?

¿Cómo puedo hacerlo desde el amor?

 

En este pienso, que siempre es acompañado por quienes nutren mi vida de fe: mis compañerxs, quiero compartir algunas de mis certezas y algunas de mis denuncias ante esta máquina.

Soy una mujer que espera, que espera con esperanza mientras reina el caos y el miedo. Una mujer que habla con otras mujeres, que en este momento no puede abrazarlas pero las siente y las escucha, porque ellas la calman y le den un mensaje de paz.

Esta pequeña mujer se niega. Se niega a amar sin condiciones, a despedirse de ella misma, se niega a dejar de ser mancha para ser engranaje, se niega a que la máquina le diga que tiene que hacer, se niega a tener una niña-propiedad, se niega a dejar la libertad.

Se niega, porque el amor que se ve llamada a compartir no sabe de sacrificios y se llena de responsabilidad para cuidar, convencida de que cuidar es amor. El amor revolucionario que llena el mundo de vichaditas de esperanza, no le permite que deje de ser educadora, mujer y amante.

Está mujer está dispuesta a ser madre, sólo si ello se configura en una lógica que le permita relacionarse con un proyecto de vida que sea encause en una felicidad compartida y no de una exigencia funcional al capital.

Mi comunidad afirma: «¡Por eso es que seguimos con esto! Porque esa máquina que lo mató, no pudo. Esto es una concepción bien distinta a que su vida, con eso, perdona nuestros pecados. Un dios que de tanto amor manda a morir a su hijo es un dios perverso, un dios asesino. ¡Ahí está la máquina!» (Plenario-discusión).

Espero porque tengo una buena noticia, porque creo que hay una posibilidad de buena vida, porque tengo una tribu que trabaja para la multitud, porque la vida buena se debe multiplicar, porque los varones deben ser cuidadores, porque hay mucho que construir, porque hay que salir a luchar y sos compañera hija mía.

Por eso espero, espero como esperamos el renacer, porque necesitamos niñas para amanecer con esperanza.

El tiempo es inexorable, sin dudas, pero esta vez me permite volver a leerme y sumar unos pequeños párrafos, luego del nacimiento de Aline. Mi pequeña que llegó al mundo el 12 de abril. Un domingo, pero no cualquiera, domingo de Resurrección. Junto a ella, nacían tres niñas en el mismo Centro de Salud. Hermosa coincidencia que permite sospechar que muchas son las que amanecen para luchar contra la máquina.

Siento que debo contar que hay algunas mujeres que me hablaron sobre el placer y la libertad durante mi embarazo -encuentros con mujeres fuertes- que creían con esperanza en el parto sin dolor -¿Esto también es contar la buena nueva?-. Así también reina en mi recuerdo lo que me decía «la vieja», sorprendida con un libro muy pintoresco sobre un pequeño niño que «se nace». Es la historia de un bebé que sale caminando de la panza de su mamá. Cierro esta escritura contando que Aline se nació, solo sentí ganas enormes de pujar pero nunca dolor.

Venimos luchando, generando nuevas formas de maternar y observando atentas las paternidades amorosas. Permitámonos conocer a las niñas que son llamadas al levantamiento.

Agustina Pons

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