Reflexiones sobre Mateo 22:1-14
Qué lindo es ser invitados-as a una boda, y qué bueno que sea Cristo quien nos invite a esta celebración. Y más lindo aún es que él nos llame a repartir las invitaciones, a detenernos en los caminos por donde transitan personas perdidas, desesperanzadas, agobiadas por sus cargas y desilusionadas. Esta invitación está abierta para todos, sin excepciones. Nos propone también que vayamos alegres por las calles, con el mensaje de este banquete en el Reino de Dios.
Sin embargo, Jesús nos advierte que esta invitación puede ser rechazada. A pesar de ello, nos pide que, al igual que Él, no nos desalentemos. Él no impone nada ni presiona a nadie, solo nos invita a la boda y a difundir la Buena Nueva del Reino de Dios. Nos anima a hacer partícipes a todos y todas, para que podamos sentarnos en la mesa con Jesús. Es una mesa abierta, llena de amor, paz y misericordia, donde compartimos en comunidad y fraternidad, siendo transformados para la salvación y la vida en abundancia.
¿Pero cómo debemos ir vestidos? En Colosenses Pablo nos dice, “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia» (Col.3:12). Pablo nos invita a vestirnos con estas cualidades, fundamentales en la vida cristiana, que reflejan nuestra identidad como seguidores-as de Cristo.
Hermanas y hermanos, la invitación sigue abierta. Dios nos invita cada día al banquete, y lo hace a través de Jesucristo y el Espíritu Santo, a través de sus siervas, siervos y su pueblo santo. ¿Estamos atentos-as y dispuestos-as a responder a esta invitación?
Muchas veces dudamos y nos sentimos inseguros-as de nuestras elecciones, pero Dios nos asegura que, si lo hemos aceptado, podemos confiar en Su gracia y amor incondicional, por siempre.
Que así sea.
Mauricio Malletti
Egresado de la capacitación para laicos y laicas de la Iglesia Valdense: “Esfuérzate en la Gracia”.