La verdad del misterio de redención no coincide con la gloria del mundo
Reflexiones sobre Mateo 16:21-28
Pedro ama a Jesús y responde de manera similar a cómo lo haríamos cualquiera de nosotros o nosotras si un amigo-a cercano-a nos confiesa que va a morir. Normalmente, diríamos algo como: «No pienses en eso, eres joven» o «Enfócate en lo positivo en lugar de lo negativo». Sin embargo, la reacción de Jesús es instantánea y contundente: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (v. 23). Es posible que en virtud de su declaración anterior, tan acertada, Pedro haya pretendido asumir por cuenta propia el rol de consejero de su maestro.
El reino de Dios se presenta como un baluarte profético que denuncia el pecado del mundo y es gobernado por Jesús; sin embargo, no pertenece a este mundo. Por esta razón, el mundo lleva a cabo la crucifixión de Jesús, bajo la falsa creencia de que Jesús está compitiendo con el mundo. La muerte de Jesús no marca el fin del reino, sino su comienzo en la vida de sus discípulos y discípulas.
El mundo no puede habérselas con hombres y mujeres libres de “condicionamientos del mundo”. Es precisamente por esta razón que el reino demanda hombres y mujeres libres en Cristo: personas que crean que la esperanza de Jesucristo no se limita a procesos y proyectos históricos y terrenales. El compromiso con la verdad de Jesús comienza en la historia, pero trasciende más allá de ella. Se proyecta con una comprensión más amplia incluso después de la muerte.
Somos llamados-as a infundir vida en este mundo y en esta sociedad que busca la verdad y la felicidad en cosas superfluas.
Esta es la felicidad, incluso de todos los días…
En la fe, con oración, y serenidad se avanza por la vida.
Haciendo lo correcto, los problemas se solucionan.
¡Y se vive contento! Con Dios, a quien amamos a través de la fe, encontramos la alegría en nuestro amor por nuestros hermanos y hermanas.
Raúl Romero
Coordinador General de la Junta Unida de Misiones (JUM)