Leemos en nuestras Biblias: Mateo 28:1-10
Experimentar el luto por la pérdida de una persona muy querida puede ser muy difícil de sobrellevar durante las primeras semanas o meses. Si tenemos la gracia de estar acompañados/as, al menos compartimos el dolor cada día y nos podemos dar fuerzas juntos/as.
Dos Marías van al sepulcro a visitar a su Maestro que fue crucificado y sepultado. Su cariño por Él supera la barrera de la muerte y no quieren que el olvido las venza. No se imaginan que allí tendrán una experiencia de fe que significará el comienzo de una etapa totalmente diferente en este período de luto. Reciben el mensaje de Dios que les afirma que Jesús resucitó, por eso no está en el sepulcro. Ellas deben ir a reunirse con los discípulos varones para contarles esta novedad. Después podrán experimentar directamente la presencia del Resucitado cuando emprendan el camino a Galilea.
Cuando las mujeres se dirigieron a los discípulos, “Jesús les salió al encuentro… y les dijo: Vayan y den la noticia a mis hermanos, para que vayan a Galilea. Allí me verán” (vv. 9-10).
El Resucitado sale a nuestro encuentro más allá de lo que podemos sufrir, comprender, racionalizar o imaginar. Aquellas mujeres no tenían formación académica tradicional, pero habían sido discípulas de Jesús. Lo fueron antes de su crucifixión y después de su resurrección. Eran personas de fe, de lucha y perseverancia, porque habían compartido con Jesús la escuela que las formó para vivir de acuerdo a sus enseñanzas.
Jesús les salió al encuentro para que esa experiencia frente al sepulcro no fuera un sueño irrelevante sino el comienzo de la nueva etapa de sus vidas y comunidad de fe. Ellas se pusieron en camino y compartieron el mensaje de la resurrección de Jesús. Después los once discípulos varones (Judas ya no estaba más) fueron a Galilea de acuerdo a las directivas del Resucitado que las mujeres les transmitieron.
Nuestras vidas son raras mezclas de frustraciones y esperanzas, de separaciones y continuidades, de muertes de personas queridas y memorias activas, de asombros por hechos traumáticos y asombros por la irrupción de Dios de maneras insospechadas. Quienes deseamos ser discípulos/as de Jesús en este tiempo estaremos afrontando, por un lado, la dificultad de creer en el mensaje del evangelio en medio de tantos otros mensajes que existen en la sociedad. Por otro lado habremos de perseverar en medio de conflictos propios y ajenos, pues a veces los obstáculos vendrán de nosotros/as mismos/as (más dudas que fe, más frustración y angustia que esperanza, o más indiferencia o rencor que amor), o por el hecho de vivir en sociedad (p. ej. en cuanto a la timidez o debilidad para dar testimonio cristiano fuera del ámbito específico de la Iglesia).
Pero Jesús resucitado sigue saliendo a nuestro encuentro y nos invita a ser comunidad resucitada en medio de todo obstáculo, muerte, desesperanza, rencor o indiferencia.
Pastor Álvaro Michelin Salomon