Reflexiones sobre Juan 1:6-8, 19-28
El relato del evangelio para este día es muy claro y contundente. Juan es enviado por Dios y vino “para dar testimonio de la Luz” (v. 7b).
Ahora bien, ¿quiénes debían convencerse de que Juan traía el testimonio sobre la Luz? El relato nos aclara que no se trataba de ‘la luz de Juan’ sino de la Luz de Dios. Eran los dirigentes judíos de Jerusalén, sacerdotes y levitas, quienes tenían cuestionamientos hacia Juan pero no se animaban a hacerse cargo de esa duda, es decir, no querían reconocer sus temores. Ellos llevan el encargo de los principales dirigentes de Jerusalén para interpelar a Juan sobre el ministerio de predicación y bautismo otorgado por Dios.
Quisiera detenerme ahora sobre cuánto nos cuesta hablar con sinceridad acerca de lo que necesitamos, queremos y creemos, así como de nuestros miedos. Muchas veces, al igual que lo hicieron las autoridades recién mencionadas, colocamos en los/as otros/as dudas y preguntas, miedos que son en realidad nuestros propios miedos, dudas y temores. ¡Cuánto más fácil habría sido el diálogo de las autoridades de Jerusalén con Juan el Bautista si le hubieran dicho “nos interesa saber en nombre de quién vienes”. Sin embargo, su interlocutor, Juan, rápidamente entendió los temores de las autoridades y les advirtió que él no es el Cristo ni el Mesías.
Juan supo reconocer su lugar en el contexto en el cual se encontraba. Se colocó en el lugar de servidor para abrir el camino a Cristo. No buscó rodeos para explicar la llegada del Mesías; por eso, también Juan, con claridad, entendía que no era la Luz de Dios, sino su transmisor.
¿No será que en este tiempo de Adviento estamos desafiados/as a ser transmisores de la Luz que nos viene de Dios a través de Jesús? Si lo permitimos, esta luz transparentará nuestra existencia; lo oculto quedará en evidencia. Nos toca, como transmisores de la Luz de Dios, denunciar las injusticias, los prejuicios, las discriminaciones, las violencias encubiertas, las marginaciones…
¿Estaríamos dispuestas/os en este tiempo a ser imitadores de Juan el Bautista? La Luz de Dios no es solo para la Iglesia ni para quienes se sienten elegidas/os, es para el mundo. En medio de las injusticias del mundo, recibimos el anuncio de la justicia de Dios. Ese es el llamado. Debemos vivir en el mundo para dar testimonio de la Luz de Dios en Jesucristo.
Wilma E. Rommel
Pastora Presidente de la Iglesia Evangélica Luterana Unida