Se habla y se debate sobre los sentires de los y las jóvenes y de los y las niñas durante esta pandemia, pero poco se ha dicho sobre las personas mayores. Es por eso que, en esta oportunidad, Carlos Delmonte, pastor emérito de la Iglesia Valdense y residente del Hogar para Ancianos de Colonia Valdense, Uruguay, nos cuenta cómo está viviendo estos tiempos. Su relato busca dar a conocer la repercusión de la pandemia en las personas de la tercera edad.
La pandemia nos ha enseñado algo muy importante, los ancianos somos todavía mucho más dependientes de lo que imaginábamos. No sabíamos que tendríamos que aprender a vivir encerrados dependiendo solamente del teléfono y de internet para comunicarnos con el exterior y con nuestros hijos y familiares. Que por años en determinadas circunstancias deberemos usar tapabocas y vigilar cualquier síntoma de resfrío.
Los que vivimos en Hogares de Ancianos no podemos salir de nuestros edificios porque estamos constantemente amenazados por el virus. Personalmente vivo en contacto con mi esposa que padece leucodistrofia lúpica, no puede hablar, ni escribir, ni leer, solo puede sonreír, y está permanentemente en silla de ruedas. Aprendí que tengo que pedir ayuda y no puedo más hacer todo lo que quiero. La pandemia agravó esa situación. Me ha dado una lección de humildad, tenemos que ayudarnos mutuamente, ser más solidarios por nuestra libre decisión y no sólo por necesidad. Estar siempre atentos para acudir a aliviar especialmente las crisis de encierro que la pandemia provoca en todos.
Con todos los avances de la ciencia creíamos que estábamos a salvo de esas circunstancias, que una pandemia semejante era cosa de otros, cosa de pueblos pobres. No sabíamos que podía tener un alcance mundial que no discrimina y todos estamos en la misma bolsa. Despertamos especialmente en nuestra vejez a esa realidad, “nadie está libre” y nos cuesta aceptarlo.
Vivimos un tiempo nuevo que está obligándonos a practicar el igualitarismo originario, el que creó Dios y que se mantiene según su sabia voluntad. Que vuelva a expresarse en nuestra realidad cotidiana con toda su fuerza. Nuestro deseo en el ocaso de nuestra vida es no dejar antes de ver, un tiempo donde la igualdad solidaria nos lleve a crear cada día una sociedad más justa , poniendo en ese afán lo mejor de nosotros mismos.
Personalmente eso es lo estoy aprendiendo y sé que en ese nuevo aprendizaje no estoy solo.
Carlos Delmonte
Claro que no estás solo querido Carlos no si te acordarás de mi sobrina de Clide Artus…única tía Artus que me queda ….te mando un abrazo enorme para ti y tu Sra..Yo hace 53 años que me casé con Alfredo Manitto compañeros de campamentos!!!!!!