Leemos en nuestra Biblia: Marcos 12:44
Marcos nos cuenta esta historia de la viuda pobre que sabe ofrendar con alegría como sugiere el Apóstol Pablo y les invito a reflexionar sobre el sentido que tiene esa alegría para nosotros y nosotras .
La alegría de dar y de darnos enteramente a los demás. Dicen que al pueblo judío se le conoce por su profundo sentido del humor. El judío se sabe reír incluso de sí mismo. ¿El cristianismo sabe reír y sonreír? Por lo menos tiene una buena razón: la buena noticia del Domingo de Pascua, nada menos que el anuncio de la Resurrección del Crucificado. Los discípulos se sintieron felices cuando Jesús vino a su encuentro «se regocijaron al ver al Señor» (Juan 20:20) felices por su victoria podían proclamar: «¿Donde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Corintios 15:55) ¡Cómo se les podría reprimir la risa y la alegría!
Pero dos grandes teólogos del cristianismo veían las cosas de otra manera. San Agustín decía: «los hombres ríen y lloran, da ganas de llorar por lo que les hace reír». Y Juan Crisóstomo afirmaba que: «En los Evangelios uno ve a Jesús llorando, pero nunca reír o sonreír».
La iglesia no es un teatro, nos reunimos para suspirar por nuestra salvación. El mundo que nos rodea es un valle de lágrimas. Esto se ha clavado tan hondo en nosotros que nos ha vuelto severos y tristes. Nuestros cultos son serios y si alguien muestra su alegría en seguida habrá quien le pregunte: ¿Y usted de qué se ríe?
Recuperar nuestra alegría, saber reír y reírnos de nosotros y nosotras mismas, es como saber ofrendar todo, todo lo que somos, todo lo que tenemos para dar. Tal vez las caras de nuestras congregaciones reunidas durante el culto cambiarían y la risa espontánea sería más frecuente. Porque la risa cristiana está fundada sobre una fe gozosa y completa. Sin lugar a dudas nuestra risa es una «risa redimida».
El cultivo de la ofrenda va de la mano con el cultivo de ese amor fraterno que nos lleva a reír con el que ríe y a llorar con el que llora, llenos de una esperanza confiada y generosa.
Pastor emérito Carlos Delmonte
Iglesia Evangélica del Río de la Plata