Leemos en nuestra Biblia Marcos 6: 14-29
Cuando era joven leía mucho la Biblia, especialmente las cartas de San Pablo. Quería creer en mi fe coherentemente.
Aún sigo leyendo la Biblia, pero ya no creo demasiado importante interpretar exactamente un versículo, un capítulo, o una doctrina; sino que hoy, lo más significativo son mis relaciones con otras personas y con nuestro mundo.
Creo que como cristianos y cristianas tenemos una responsabilidad hacia personas que tienen aflicciones. Las ideas abstractas sobre los detalles de nuestra teología, los ángeles, o la manera en la que Jesús nació pueden ser interesantes, pero no demasiado relevantes. Lo que realmente importa es como yo o tú tratemos al vecino afligido.
Ese vecino o vecina afligida puede estar en la casa de al lado, pero también podría ser un habitante de una isla en el Pacífico que vive con el peligro de que el mar se trague su casa o una persona que no quiere ponerse la vacuna contra el COVID y después vive con el peligro de enfermarse, o podría ser alguien que no tiene trabajo y, por tanto, no puede comprar comida o pagar la renta.
Cuando era joven, escuché que estar limpio de la corrupción del mundo significaba no cometer pecados sexuales. Ahora pienso que debemos conservarnos limpios de los prejuicios del mundo que no nos permiten reconocer a una persona afligida como un hermano o hermana. La corrupción del mundo es la incapacidad de ver a una persona de otra raza, cultura, o identidad de género como un ser humano que tiene que tener nuestro respeto.
Eso es la religión pura y sin mancha: atender a las personas que sufren por cualquier razón.
Si nuestra religión no incluye a estas personas, o si incluye solamente a algunas de ellas, quizás necesitaríamos reconsiderarlo.
Duncan Hanson
El autor es amigo de los Valdenses de Uruguay y Argentina y se encuentra a cargo de las comunicaciones de la Asociación Valdense Americana.