Lee en tu Biblia: Juan 15: 9-17
En estos días ando un poco sensible, bah, ya de por sí, soy un poco melancólico, pero, hace unos días, partió nuestra hermana Edith Rochon, y recuerdo aquel tiempo que compartimos en la comunidad de Flores, con ella, junto a Oscar Núñez, Magy Carrera, Delmo Rostan, Edgardo Malan, Marina Yorston, Cristian Rojas, Yanina Vigna… y otros, y otras, a quienes recuerdo con mucho cariño.
¡Ese trío…! Oscar, Magy y Edith, personas con vidas muy ricas, con profundos testimonios de fe. Magy y Oscar acompañaron durante muchos años a personas usuarias de drogas que convivían con el virus de HIV. Y la vida de Edith… quisiera recordarla; por favor, no quisiera tomarme ningún tipo de atribuciones, pero quisiera recordarla, porque me toca desde chico. Ella vino a Buenos Aires siendo muy jovencita, en los ‘60s, buscando nuevos caminos y, por concejo de Hugo Malan, recaló en villa Ilasa, la villa en donde me crié, en donde funcionaba el Centro Urbano Nueva Parroquia (CUNP). En aquel tiempo, el barrio era un asentamiento con ranchitos precarios por doquier, con una red de pasillos angostos, zanjas a modo de cloacas abiertas, y barro… un barro espeso, sin fin… allí dio sus jóvenes pasos Edith. De aquel tiempo, ella recordaba que para convocar a una reunión, un vecino se paraba en medio de una calle, revolver en mano, y disparaba unos tiros, de tal manera que todos quedaban enterados.
En los ‘80s, cuando fui adolescente, mi madre y yo conocimos a Edith. Ella vino varias veces a visitar a la comunidad del CUNP. Así que, con el paso de los años, la volví a encontrar en la comunidad valdense de Flores, fue una alegría muy grande porque ella era una referente muy importante para mí. En aquel tiempo, ella estaba acompañando a una comunidad de los Discípulos de Cristo que estaba afincada en una barriada popular en La Tablada, al oeste de la provincia de Buenos Aires.
Ya sea en villa Ilasa, en Villa La Unión (Ezeiza), o en La Tablada, Edith acompañaba a la gente, estaba pendiente de los detalles. Siempre estaba dispuesta a aprender de la sabiduría de las doñas, del albañil, de las muchachas que comenzaban a florecer sus vidas en medio de la miseria. Pero, Edith no tenía una mirada trágica de la pobreza, quiero decir, ella se estremecía con cada situación de injusticia, pero también compartía la alegría de la gente. Ella captaba muy bien ese amor por la vida, propio de los más pobres del pueblo.
Y, por otra parte, Edith tenía un modo intenso de vivir su compromiso. Ella ponía la vida al servicio de los y las más pobres, y de aquellos que padecían injusticia. Esto, de verdad era así: el proyecto de Reino de Dios nos convoca y nos desafía a comprometernos con la realidad. Lo que podamos hacer asume un carácter trascendente y ayuda a que el Reino sea posible entre nosotros. Esta mística que nos legó Edith, interpela nuestra fe, ¿cómo nos comprometemos con el Reino de Dios, pregonado por Jesús? Su testimonio es un hermoso regalo. Por eso, le damos gracias a Dios por su vida. Amén.
Eduardo Obregón, Pastor
Gracias Edu por tu hermosa reseña de la vida de Ediht, yo la conocí muy poco personalmente, pero en años atras , no había art.iculo sobre diacon.ia que no estuviese su nombre presente. En un viaje a Bahía Blanca estuvo hospedada en mi casa…Una gran persona, excelente hermana en Cristo….Gracias a Dios por su vida entre nosotrxs y su dedicación a los más pequeños……..
Un abrazo para Mariana y hermano Dora Janavel