Lee en tu Biblia: Juan 6:25-35
“Señor, danos siempre ese pan”, le pedían a Jesús las personas que lo seguían. ¿Y está mal eso? ¿No es acaso lo que buscamos todas y todos en nuestro peregrinar por la vida? ¿No le pedímos a Dios que nos conceda salud, que nos conserve el empleo, que nunca nos falte el alimento, que cuide a nuestra gente amada?
Es parte de nuestra humanidad preocuparnos por nuestro sustento y nuestro bienestar cotidiano. Por más que sabemos lo de los pajaritos y lo de los lirios del campo y todo eso, no somos tan diferentes de aquellas personas que caminaban detrás del maestro de Nazareth.
Martín Lutero, en su Catecismo Menor, decía que al orar “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, incluíamos en esa petición “todo aquello que se necesita como alimento y para satisfacción de las necesidades de esta vida, esto es: comida, bebida, vestido, calzado, casa, hogar, tierras, animales, dinero, bienes; piadoso consorte, hijos piadosos, piadosos trabajadores (y superiores), autoridades piadosas y fieles; buen gobierno, buen tiempo; paz, salud, buena conducta, honra, buenos amigos, solícitos vecinos y cosas semejantes a éstas”.
Preocuparse por el pan, por ende, no es cosa mala. Por el contrario, debe ser parte de nuestra responsabilidad como personas de fe.
Creo que el eje de este texto está en el versículo 26: “ustedes comieron hasta llenarse, y no entienden…”. Cuando la búsqueda de todo aquello que el pan implica como dignificación de la vida se convierte en una ambición personal y desmedida, se transforma en pecado. No comprender eso es no haber entendido nada del proyecto salvífico que Jesús encarna.
Y el gran pecado de nuestro tiempo sigue siendo ese que Jesús enrostra a quienes le seguían ese día al otro lado del lago: nuestras opciones, nuestras decisiones e incluso nuestras espiritualidades están peligrosamente teñidas por el individualismo, por la ambición, por la cultura meritocrática, por el sálvese quien pueda, por la falta empatía. Queremos pan, pero para nosotros, para llenarnos, para satisfacer nuestra necesidad personal. Hemos perdido mucho de esa capacidad evangélica de lo solidario, lo comunitario, el buen vivir como experiencia compartida. Los conflictos que hoy vivimos como sociedades son, en buena medida, consecuencia de pensar el pan (en la amplitud sugerida por Lutero) en términos egoístas.
Seguir a Jesús, hacer nuestra su propuesta evangélica, implica buscar ese pan que trasciende la búsqueda de satisfacciones personales, de “llenuras” egoístas, en lo material, en lo eclesial, en lo político. Seguir a Jesús es procurar que ese pan se transforme en pan de vida, que es el pan compartido, el pan que alcanza para todas y todos, el pan que dignifica a los pueblos, el pan que es una economía para la plenitud y no la perversión de la economía neoliberal. Pan que son gobiernos justos, que amplían derechos, que procuran la inclusión, que tienen sensibilidad social. Pan que son comunidades de fe capaces de abrir la mente, el corazón, las puertas, los brazos, las mesas…
Busquemos siempre ese pan.
Pastor Gerardo Oberman
Ese pan que nos da el Hijo del Hombre y que es a la vez ideal y material es el pan de Dios, el que todos y todas necesitamos para una vida plena, de caminantes que hacen camino al andar juntos.