Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios (Mateo 5:9)
Diariamente nos informamos sobre la violencia en el mundo y en nuestra sociedad. Detrás de esta situación hay un sin número de factores que señalando solo algunos, los podemos vincular con la ferocidad consumista, el identificar el ser con el poseer, los grandes intereses económicos y políticos, los fundamentalismos religiosos que destruyen la vida, los desequilibrios y violencias personales y tantos otros factores.
En la Biblia, la paz es no solo la ausencia de violencia sino, por así decirlo, un estado de equilibrio espiritual, afectivo, físico. Así mismo, la paz está profundamente vinculada con la justicia. En ese sentido, trabajar en pro de la paz significa trabajar por una sociedad justa. Y no solo. Nuestros pequeños actos cotidianos: privilegiar el diálogo, la empatía, actitudes no violentas ( no agredir psíquica o físicamente, por ejemplo),el respeto por la diversidad de opiniones y personas y tantos modelos de conducta, de alguna manera deben reflejar el llamado del Evangelio a trabajar por la paz.
La paz no puede basarse en el temor. Existe cada vez una tendencia en nosotros a que el miedo nos tienda sus trampas y nos haga caer en actitudes meramente represivas. El temor al otro/a se desliza en los medios de comunicación y en cada ámbito de nuestras vidas. No se trata de ser ingenuos, de no ser cuidadosos con nuestra casa, bienes y lo más importante: nuestras propias vidas. Se trata de fomentar, desarrollar como cristianos y cristianas, espacios comunitarios de información clara y transparente, de búsquedas de consensos que promuevan la no-violencia, la vida digna, la libertad, la paz. No podremos cambiar el mundo, pero sí aportar nuestro granito de arena para que el Señor pueda contar con nosotros en su Reino de amor y paz.
Pastor emérito Miguel Ángel Cabrera