Leemos en nuestra Biblia: Juan 15: 9-17
“… permanezcan, pues, en el amor que les tengo.” (Juan 15:9b)
Debes amar la arcilla que va en tus manos,
debes amar su arena hasta la locura.
Y si no, no la emprendas que será en vano.
Sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los intentos,
debes amar la hora que nunca brilla.
Y si no, no pretendas tocar los yertos.
Sólo el amor engendra la maravilla,
sólo el amor consigue encender lo muerto.
Esta canción, “Solo el amor”, de Silvio Rodríguez, es maravillosamente bella y tiene tanto que ver con este tiempo pascual que estamos terminando de transitar. Porque todo Jesús, todo lo que él es y significa, desde su nacimiento, pasando por su rico ministerio, incluyendo su orquestada muerte y su resurrección, son manifestaciones del más puro y auténtico amor.
Cuando Jesús se encuentra en su comida de despedida junto a sus discípulos y discípulas, retoma el tema del amor una y otra vez.
El amor manifestado en el lavado de los pies a los discípulos, que aparece en Juan 13, el amor que se traduce en seguimiento y en obediencia, que aparecen en Juan 14, y ahora este amor que es entrega, que incluye, que nos llama amigas y amigos, este amor que nos acerca íntimamente al corazón de Jesús.
Y es por este amor que sabe dar la vida, que a Jesús le quitan la vida.
Lo que no saben aquellos que creen que matando se acaba todo, es que el amor no puede morir ni por la cruz ni por la hoguera ni por la bala ni por la desaparición forzada. Nada puede matar al amor que supo entregarse de manera solidaria por el bien de muchas personas, de todas las personas (“de tal manera amó Dios al mundo…”, Juan 3:16).
Y es ese mismo amor que se encarnó en Jesús, que caminó las calles junto a gente sencilla y sufrida, que abrazó a las gentes pobres, que sanó enfermedades, que resucitó esperanzas, que exaltó a los humildes, que desafió a los poderosos, que se entregó a la burla y que se dejó matar, el que triunfa sobre todos los odios y todas las formas de la muerte. Porque
“Sólo el amor engendra la maravilla,
sólo el amor consigue encender lo muerto, (…)
sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.”
Hoy, en este último domingo de Pascua, celebramos ese amor que engendra la maravilla de la vida nueva, que transforma el barro frágil de los cuerpos en eternidad, que le pone luz a lo que dura y perdura y que nadie nunca jamás podrá derrotar, un amor que enciende lo muerto y nos hace llorar de alegría y reír de emoción.
Jesús, el amor entregado por pura gracia y generosamente compartido, vive y nos desafía: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.”
Es decir: a seguir entregándonos en amor, en ese amor puro, genuino, auténtico, generoso, solidario, que transforma y que se hace grande en la vida compartida.
Pastor Gerardo Oberman
Iglesias Reformadas en Argentina