Apuntes de la directora – Página Valdense edición febrero-marzo 2020
PROCESOS QUE NO PIDEN PERMISO
«Desaprender lo que creo haber aprendido
Vaciar de agua el bote, para que salga a flote
Las leyes han cambiado, el viento sopla de otro lado
Y uno crece, o eso intenta
El que nos busca no se mueve, el que se queda se avejenta
No es cuestión de años es cuestión de ser
El que cuida a su niño es el que tiene el poder»
Adrián Berra
Esta vez, una palabra derivo una serie pensamientos que transcribo: desaprender. Y aparecieron dos canciones que, casi sin darme cuenta, empecé a tararear. Con una empiezo, y con otra termino esta editorial.
Aprender. Cuestionar. Desaprender. Y volver a empezar. Pensar la educación como un proceso, como algo cíclico; puede abrir innumerables puertas para pensar lo que, muchas veces, queda en los márgenes de la educación formal, académica. Dejar reposar a la lógica por unos instantes y permitirnos sentir. Aprender a descifrar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Todo forma parte de un proceso, de algo que se mueve y que no volverá a ser lo mismo, incluso quizás no debamos forzarlo para que esta transformación forme parte de una de categoría, como, por ejemplo: bueno o malo; quizás simplemente sea diferente.
Nos enseñaron a separar educación de enseñanza; lo ilustra una conocida frase: «se educa en casa y se enseña en la escuela». Más allá del debate y opiniones que podamos tener al respecto, me interesa pensar cómo se plantean estos dos conceptos. Ambas acciones quedan aisladas, y relegadas a un lugar en específico; sin siquiera mencionar que implica que lxs protagonistas son depositarixs de ciertos contenidos. Sin lugar a dudas, creo que caemos en un lugar muy peligroso que limita la continuidad de un proceso o de varios procesos que se pueden dar en simultáneo.
¿Qué significa educar y qué enseñar? ¿Cuándo educamos y cuándo enseñamos? ¿Cuándo nos educan y cuándo nos enseñan? ¿Quiénes lo hacen? ¿Se puede hacer esta diferenciación siquiera? ¿Y la educación cristiana? ¿Quién me enseña a ser una buena cristiana? ¿Acaso eso se enseña, se transmite?
Somos un cúmulo de enseñanzas y experiencias, de sueños y esperanzas -entre otras cosas-. Creo que no hay una delimitación clara sobre cuándo estamos aprendiendo y cuándo estamos enseñando; porque la mayoría de las veces, lo hacemos sin siquiera ser conscientes. Tampoco hay una delimitación específica sobre qué o quiénes nos enseñan: puede ser una situación, el vínculo con la naturaleza, pueden ser mis amigxs o lxs amigxs de mis amigxs, incluso alguien que no conozco.
Me gusta pensar la educación como un proceso cíclico. Que empieza -aunque, sinceramente no estoy completamente segura- con una decisión personal: querer aprender, soy la responsable de comprender cada situación, palabra o gesto, como una oportunidad. Pero también tiene una dimensión social, es imposible -al menos para mí- hacerlo sin la compañía de otras personas; o al menos, es mucho más rico, ameno y disfrutable si aprendo, cuestiono y desaprendo con otrxs; otrxs que también buscan nuevas respuestas, y que, en ese camino, continuamos haciéndonos preguntas. Y con todo esto, vuelvo a tomar una decisión: ‘pasar por el cuerpo’, que palabras más palabras menos, significa permitirme sentir, descubrir qué siento con todo esto; escuchar a mi cuerpo en sus tan variadas manifestaciones. Y volver a empezar: aprender, cuestionar y desaprender si hace falta. Desaprender como responsabilidad con la persona que quiero ser, desaprender como compromiso -individual y colectivo- con la vida y plena que queremos para todxs.
Inevitablemente, este proceso supone cambios y transformaciones. Aceptar esto, muchas veces, también es una decisión personal; aunque, generalmente, las transformaciones no piden permiso.
Daiana Genre Bert
«Si quieres que algo se muera, déjalo quieto»
Jorge Drexler