Leemos en nuestras Biblias: Mateo 16:13-20.
Este pasaje del Evangelio de Mateo es muy conocido y ha sido el centro de nuestras afirmaciones de fe cristiana durante siglos. Pero hoy quiero mirar sobre todo hacia la primera pregunta de Jesús y su respuesta por parte de la gente común.
Jesús ya se encuentra a la mitad de su ministerio. Ha recorrido las aldeas enseñando y curando. Su fama se ha extendido. Llega el momento de una evaluación de lo hecho hasta aquí. Por eso pregunta qué han escuchado sus discípulos de los comentarios de la gente.
Pero la pregunta encierra una trampa: ¿Quién es el “hijo del hombre”? Los discípulos se ven obligados de esa manera a hacer un primer paso: reconocer a Jesús como “el hijo del hombre” (figura que a esa altura ya tenía una carga mesiánica: Daniel 7:13 –aunque en Daniel 8:17 parece referirse al mismo profeta). La otra alternativa era hacer una declaración abstracta, teológica, sobre esa figura.
La respuesta de los discípulos puede interpretarse de las dos maneras: por un lado, reproduce los rumores sobre Jesús que los discípulos han escuchado entre el gentío que lo acompaña. Pero también muestra las atribuciones históricas que recibe la enigmática figura mesiánica.
Y en ese orden de cosas, no es casual quiénes son los identificados: son los profetas. La gente no ve en Jesús ni a un sacerdote, ni a un rabino, ni siquiera a un “milagrero” o “santurrón” (que los había en exceso por aquellos parajes), que serían los personajes más estrictamente religiosos. Ven en él a un profeta, y no cualquier profeta.
Veamos qué nombres aparecen: Juan el Bautista, Elías y Jeremías. Tres profetas que se enfrentaron directamente con sus reyes, tres profetas que fueron perseguidos, que sufrieron exilio, tortura, y en el caso de Juan, la muerte a manos de sus gobernantes. Tres profetas que tuvieron, todos ellos, fuertes confrontaciones también con las autoridades religiosas de su tiempo. Estos son los que el pueblo común identifica con “el hijo del hombre”, y eventualmente con el mismo Jesús.
Esa primera mitad del ministerio de Jesús, a los ojos la multitud de los pobres que lo siguen, muestra una faceta que no será desmentida en su camino a la cruz: que el Mesías es voz del pueblo en su reclamo de verdad y justicia frente a quienes abusan del poder, que vive en la memoria de los suyos, y que anuncia el bien que Dios quiere para su pueblo.
Pastor Dr. Néstor Míguez
Presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas