REFLEXIONES – Edición Junio 2020

¿Quiénes cuidan?

En el Antiguo Testamento, encontramos en el libro de 1 Reyes 17:1-16 el relato de la viuda de Sarepta que recibe al profeta Elías. De ella, sabemos que es de esa ciudad, en el país de Sidón, al norte de Israel -el país de origen de Elías-; pero también que tiene un hijo y que vivían en la pobreza.

De Elías sabemos que es de Tisbé, una ciudad israelita, es profeta y estaba escapando del rey de Israel, Ajab; a quien le había anunciado que vendrían tres años de sequía. Por lo que el rey lo culpó de este mal. A su vez, Elías culpaba a Ajab y su esposa Jezabel por lo que acontecía en Israel debido a la expansión del culto fenicio a Baal, que junto a Aserá eran los dioses de Tiro y Sidón. El matrimonio real fue parte de una alianza política de Israel con el rey de Tiro y Sidón, Etbaal padre de Jezabel, pero este acuerdo trajo tensiones religiosas.[1]

Si volvemos al texto, podemos observar que Elías cuando ya no tiene posibilidades de sobrevivir junto al arroyo Querit, es guiado por Dios para ir a la ciudad de Sarepta, en Sidón. Allá lo va a recibir una viuda y le dará de comer. Al igual que a los cuervos, el relato dice que Dios le ha dado la orden de alimentar a Elías. Esta viuda, pobre, que vive en la tierra natal de Jezabel, es protagonista de este relato y aparece obedeciendo una orden del dios de otro país -versículo 12: «te juro por el Señor tu Dios», le dice a Elías-. Esta mujer angustiada por la situación de precariedad económica y la desprotección social y comunitaria en la que vivía, como la mayoría de las mujeres viudas, que ya no tiene más que un puñado de comida para ella y para su hijo, termina cediendo ante la insistencia de este extraño que se le apareció en la entrada de su ciudad. Allí, frente a la mirada de todxs, una viuda y un varón israelita se reconocían y eran reconocidxs por sus vestimentas.

El texto nos dice que la mujer le da primero de comer a Elías, luego comen ella y su hijo. Así se cumpliría lo que dijo Dios en boca de Elías: que no se acabaría ni la harina ni el aceite en la casa de la viuda, lo que les dio sustento para vivir a lxs tres por muchos días. O sea, según éste énfasis, el milagro fue posible porque la viuda obedece lo que había sido ordenado por Dios.

¿Y si pensamos en la viuda de Sarepta y la reina Jezabel como dos mujeres que son relatadas como contraste en su vínculo con el Dios del Antiguo Testamento, precisamente de los libros históricos y proféticos que buscan restaurar la pureza étnica y religiosa? ¿Qué otra lectura podemos hacer del relato si ponemos el énfasis en la injusticia que se vivía en aquella época, en donde abundaban las desigualdades sociales, de género, económicas, religiosas? Porque pareciera que tanto en una región como en la otra, la muerte y la desidia eran moneda corriente.

Hacernos estas preguntas y tantas otras nos ayuda a encontrar otros matices al relato bíblico, nos anima a revisar las lecturas e interpretaciones de tradiciones que quedaron instaladas y que nos falta conocer aún más para poder cuestionar aquellas ideas que condenan, que discriminan y que invisibilizan las memorias del pueblo y el mensaje de liberación.

Que podamos volver a leer esta historia recuperando la vida de la viuda, sus dolores, sus convicciones de cuidado y solidaridad, pero sin caer en una idealización de la obediencia ni en la romantización de las dolorosas situaciones que tuvo que atravesar por ser mujer, viuda y pobre. Sino que podamos denunciar siempre que estas injusticias son las que merecen condena, que es en donde tenemos que poner el énfasis y lo que tenemos que anunciar: que no faltará ni la harina ni el aceite, pero que tampoco cabrán las desigualdades ni las subordinaciones. ¡Que el cuidado y la integridad de la comunidad que anuncia la Buena Vida para toda la creación es responsabilidad de todxs!

 

Yanina Vigna

Equipo Editor

[1] Un tema central en la narración deuteronomista de los libros de I y II Reyes será la condena al culto de otros dioses y la idolatría politeísta como la causa de todos los males en Israel. Jezabel aparece como la culpable de las decisiones políticas del reinado de Ajab.

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