RELATO DE UN ENCUENTRO – Página Valdense – Edición junio 2021
Relato de una visita programada
Cuando la directora de Página Valdense me mandó un correo pidiéndome si quería colaborar con dicha publicación -tal como lo había hecho hace 3 años con un relato de vida-, me alegró mucho, y no porque me guste entrevistar ni porque me sienta experta en eso… Pero… después de un año con escasa participación en la comunidad, que se acuerden de una, ¡es muy importante! Es así que accedí a tal pedido, pero le pedí que me diera tiempo porque me tomó de sorpresa, sobre todo para buscar a la o él entrevistado/a.
Así que me tomé unos días. Parecía que no se me ocurría nadie… pero aquel que nunca nos abandona y siempre nos escucha si lo pedimos con fe, me susurro un nombre… lo pensé y me pareció la persona indicada. Creo que no se equivocó, gracias Dios y Padre.
Ahora ella tiene que aceptar, me dije; aunque conociéndola como la conozco sabía que era muy probable que aceptara porque le encanta contar cosas de su vida. Tomé el celular y le dije de que se trataba, le expliqué lo que quería y aceptó. Acordamos día y hora con mucha expectativa. Así fue que quedamos a la espera… Mi entrevistada es Aurora Weiss.
Con Aurora compartimos quince años de trabajo en la Liga, siendo partes de la Comisión, pero también preparando almuerzos, empanadas para beneficios y muchas cosas más… siempre al pie del cañón, como se dice.
Para mí es un desafío éste pedido, ya que por razones conocidas no he visitado a nadie en estos tiempos de pandemia. Aurora es de origen ruso-alemán, nació en Jacinto Aráuz, en el 44, a 130 kilómetros de Bahía Blanca.
El día elegido no pudo estar más lindo, nos tocó una hermosa tarde de otoño. Para mí es la estación más bella en Bahía Blanca: días soleados sin viento y con temperaturas agradables. Para llegar a su casa tengo que cruzar toda la ciudad, me lleva unos 45 minutos de viaje, asique hay que ir en coche… salgo a la calle y los árboles con sus hojas amarillas y ocre, me esperaban; otros ya casi desnudos… un hermoso paisaje de colores diversos.
Son las 15:30 horas, pese a la pandemia el tránsito es abrumador, pero la ansiedad de la entrevista lo hace placentero. Llegué. Al tocar el timbre me recibe su hija -que con el barbijo no me reconoce- Ah… me olvidaba de contarles, ella vive con su hija, su yerno y Juan, su nieto de 12 años -o desde otra perspectiva, la hija vive con ella-. Su otra hija vive en un departamento en el mismo patio, así que tiene a su familia muy cerca. Entro en su amplia casa donde está todo impecable… allí me espera Aurora con una sonrisa y con muchas ganas de conversar. Después del saludo y comentar las últimas noticias de la comunidad, me dispongo a escucharla a ella que ya estaba preparada para contar su vida. Podría describirla rápidamente como una persona muy conversadora y muy memoriosa.
Me cuenta que fue bautizada en la IERP; Iglesia Evangélica del Río de la Plata; en Villa Iris, cerca de Jacinto Aráuz. Recordando su niñez, me dice que su mamá lavaba ropa para afuera, y que los pastores que llegaban a Jacinto Arauz recurrían a su servicio de lavandería. Fue así que cuando Aurora tenía cinco años tuvo el primer contacto con la Iglesia Valdense. El Pastor Artús requirió de los servicios de su mamá y al ver a Aurora, la invitó a concurrir a la Escuelita dominical. En ese momento, su mamá le contesta que no es valdense por lo tanto no puede ir, pero el Pastor insistió en que eso no era un impedimento. Así que cuando llegó el domingo, Aurora fue a la Escuelita.
Yo me la imagino yendo de punta en blanco y con muchas expectativas. Ella me cuenta que fue caminando solita, porque en los pueblos todo es cerca… y ese día le quedó grabado en la memoria entre otras cosas por una situación muy especial que me cuenta sin preámbulos: «cuando iba caminando, de repente pasa a mi lado un coche a toda velocidad, casi rozándome. El susto fue grandísimo», después en el pueblo se corría la noticia: quien andaba en ese coche era nada menos que Fangio, al parecer se había quedado sin nafta y entró al pueblo.
Más allá de esta anécdota, comenta que en la escuelita la recibieron muy bien y allí hizo muchas amiguitas… y siguió yendo sin faltar nunca. Aurora creció en la Iglesia Valdense, muy amiga de Inés e Iris Rostán. Estudió Catecismo, pero a la hora de confirmar su bautismo su mamá quería que lo haga en la IERP, ella insistió que prefería hacerlo en la Valdense y entre tire y afloje, así lo hizo… Tomó la Comunión, como se decía entonces. Siguió trabajando como maestra de la Escuelita Dominical, concurría a las reuniones de la unión juvenil y en cada actividad que podía, allí estaba.
Luego fue a trabajar a Bahía Blanca donde encontró un hermoso grupo en formación y casi de inmediato, empezó a participar. Tiene hermosos recuerdos de ese tiempo, especialmente de las reuniones de los domingos a la tarde en la Iglesia donde disfrutaban haciendo teatro y el infaltable mate con masas. Estuvo tres años en esta ciudad.
Hacemos un alto para tomar un cafecito. Espero puedan notar que ni siquiera tengo que hacer preguntas; ella cuenta su historia de vida con total predisposición y confianza.
Volvemos al ruedo. Luego de esos tres años, regresó a su pueblo donde se casa con Luis, aunque es más conocido por Yiyo. El es de origen italiano y oficio de panadero. Con él que tienen dos hijas, y después de un tiempo compran una panadería en Chasicó, un pueblito cerca de Bahía Blanca, y se van a vivir allá. En ese lugar viven 32 años, me confiesa que allí no pudo profesar su Fe, ya que la única Iglesia que había allá era católica. Su mente se traslada a aquellos años y me dice: «Yiyo se jubila y quiere volver a Jacinto Aráuz», pero ella prefiere ir a Bahía a vivir ya que tienen una casa y su mamá enferma que necesita de sus cuidados. Le costó convencerlo, pero lo logró. Fueron tiempos muy difíciles, su mamá fallece y ella se deprime mucho.
Sus hijas la convencen de que se acerque a la Iglesia que iba cuando vivía en Aráuz, diciéndole que allí iba a encontrar ayuda espiritual, paz y consuelo. Su hija menor la acompaña un domingo al culto. Su cara refleja la alegría cuando me cuenta que se encontró con varias familias del pueblo que residían en esta ciudad, todas conocidas. Allí encontró a su comunidad y mucho calor humano. Después de 32 o 33 años, ¡pudo retomar su vida de fe!
Así fue que comenzó con asistir a los cultos y cuando podía a la Liga Femenina, luego enviudó y allí encontró compañía y donde manifestar su fe. Aurora es muy trabajadora y consagrada, en la actualidad integra el consistorio y la comisión de la Liga. Se siente muy agradecida a Dios por lo vivido y por el lugarcito que ocupa en la comunidad. También asiste cuando puede a los encuentros del grupo ecuménico. Es muy hospitalaria, muchos hermanos/as se han hospedado en su casa en ocasiones de asambleas presbiteriales u otros encuentros.
Tiene como hobby bordar en punto cruz. Sin más me muestra los hermosos cuadros que borda. Intentando trasmitirles en palabras lo que veo, sólo puedo decir que parece que las flores y los animalitos tienen vida. También hace unas riquísimas tortas: son la delicia de las meriendas en las reuniones, incluso son famosas y conocidas como «las tortas de Aurora».
Otra cosa que hace que se le iluminen los ojos, es hablar de su nieto Juan. Y si bien podemos seguir hablando por horas por que su memoria es maravillosa, el encuentro va llegando a su fin, sin mencionar que alcanza y sobra para completar las dos páginas que me dieron como límite.
Se siente muy agradecida por la visita. No podíamos dejar de recordar los años que trabajamos en la Iglesia, juntas; y seguiremos haciéndolo mientras El Señor nos de vida y salud.
El encuentro fue fructífero ya que por la pandemia estamos distanciadas presencialmente, pero gracias al celular podemos seguir comunicadas.
Hay mucho más para contar, porque su vida es una lección de amor y servicio… Aún así, me voy muy, muy satisfecha. Creo que la visita y volver a revivir esos años guardados en su corazón, fueron motivo de gran alegría.
Dora Janavel