RÍOS DE AGUA VIVA
Lee en tu Biblia: Mateo 3: 13-17
En medio de una tierra árida, áspera…un grupo de gente se encuentra alrededor del río. Río que da un respiro a una tierra curtida por el sol y por el viento, un lugar en donde brota vida en sus márgenes y refresca los rostros. La gente se encuentra en la orilla de este río llamado Jordán; personas que podemos pensar no encontraban su lugar, con ideas diferentes en la cabeza, con formas de pensar que no concuerdan con la religión y las políticas del momento. Gente que no se resigna a vivir los mandatos impuestos por los denominados: “conocedores de las leyes”.
Un personaje singular llamado Juan es el que es reconocido por este pueblo, y a donde las personas acuden a encontrarse, y a realizar aquella práctica vinculada a la confesión de pecados, en la búsqueda de una transformación en la vida. Sin embargo, acontece la sorpresa, aquel del que se dice que no tiene pecado, hijo de Dios, acude a este lugar de rebeldes, de inconformes con la legislación del Templo. Y como si fuera poco, esta persona no solo va a encontrarse con esta gente, sino que pide un trato igual que a cualquiera del pueblo, pide poder también formar parte de ese ritual, de ese bautismo que es reconocido por sus pares. Jesús también quiere ser bautizado en ese río que es señal de transformación de la vida, la cual está en movimiento hacia la gestación de algo que es nuevo, que está latiendo.
El reconocimiento de Jesús es dado en los márgenes, es reconocido en aquello impuro, que es mal visto y busca ser invisibilizado. No busca imponerse por encima, de manera jerárquica, sino que busca acompañar a su pueblo y es Dios quien en este lugar desde los márgenes lo reconoce como su Hijo.
El Mesías rompe los esquemas de lo lógico y de lo esperado; de las expectativas que existían en el imaginario colectivo. Tal es así que pide ser bautizado por Juan como cualquier persona que se acercaba al Jordán. En los márgenes, en lo olvidado, en lo que causa incomodidad….allí es donde se revela este Jesucristo.
Hoy en día escuchamos discursos y vemos imágenes que buscan exaltar al cristianismo como un movimiento victorioso e imponente. En donde se legitima como parte de la autoridad y el discernimiento en diferentes escenarios políticos, con la posibilidad de juzgar entre el “bien” y el “mal”. El bautismo dado a Jesucristo es en los márgenes, y nos interpela para que ese río de agua viva siga fluyendo en el desierto, dando vida en el medio de la sequedad.
¡Que podamos tener esa humildad y poder seguir a ese Jesucristo más humano que camina paso a paso, codo a codo con Su pueblo!
Alfredo Servetti
Estudiante de Teología. Atención pastoral en la Comunidad Valdense de Flores, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
Que buen reflexión, Alfredo! me gusto mucho! especialmente en estos momentos donde nuestras vidas a veces parecen desiertos donde la modernidad y la forma ficticia en que construimos nuestras realidades, hacen que nuestra espiritualidad parezca una tierra yerma. sin vestigios de vida real en la superficie… y sin nada de agua, justamente! Y Jesús en su persona nos desafía a ser fuentes de agua viva en el medio del desierto. me hizo pensar bastante en la realidad que vivo hoy. Buena Semana para todos! abrazo fuerte a toda la comunidad!
Juan Benítez