SENTIR TU LATIR EN ESTA TIERRA
Lee en tu Biblia: Mateo 17: 1-9
La Transfiguración es un momento extraño y revelador, maravilloso y único para esos humildes pescadores seguidores del Maestro de Galilea.
Tienen acceso a la magnificencia de lo divino y la confirmación de que su seguimiento no es en vano. Refuerzan su fe y conocimiento de Jesús y seguramente bajan del monte con nuevas fuerzas.
Hombres sencillos, de fe, encuentran un instante en el tiempo donde parece detenerse el ritmo cotidiano de preocupaciones y necesidades, para dar lugar a lo milagroso.
¿Y quién no quisiera quedarse en esos instantes que la vida nos regala donde sentimos que estamos plenas y plenos, donde lo divino parece vivir cerquita nuestro y donde la memoria de las luchas diarias se disuelven? ¿No les ha pasado en encuentros espirituales, en campamentos, en reuniones donde parece que lo sagrado se da la mano con lo humano?
“Instalémonos acá” dice el discípulo, no volvamos a lo material, a las necesidades, a las multitudes hambrientas y enfermas, a las disputas inevitables…
¡Y cómo no entenderlo! La tentación siempre está: Hacer de la fe, de la religión, un espacio de bienestar interior, de calma y paz, escapando a la responsabilidad individual y colectiva por una sociedad más justa.
Jesús aparece claro y fuerte: No entendemos su mensaje, su Evangelio, si éste no nos impulsa a buscar la relación cercana con la prójima, el prójimo, a tender las manos, a construir realidades de dignidad en esta tierra donde se nos ha puesto.
El Maestro nos llama a no permanecer en espacios de comodidad. Claro que se nos permite e invita a reforzar nuestra fe con experiencias personales y comunitarias, pero para volver “al llano”, para romper día a día con sistemas egoístas y transformarnos en el encuentro con las personas más necesitadas de la sociedad.
Oramos:
Que mi fe sea capaz de verte, Señor, para revelarme luego la mirada cercana de aquella mujer angustiada, de ese niño carente, de esa anciana empobrecida.
Que mi corazón pueda sentir tu latir en esta tierra, para acompasarlo con tu ritmo de amor, de entrega, de cuidado de la casa común.
Que mis manos se inspiren en las tuyas para aferrar a quien siente que cae, para abrazar a quien llora, para limpiar a quien trae los pies sucios del camino.
Que cada momento de encuentro contigo sea calma y viento, agua y fuego, paz inquieta y amor para dar. Amén.
Claudia Florentin