SER

Apuntes de la Directora

En esta edición nos vamos a encontrar con textos interesantes para seguir pensando, porque si bien el tema de la ecología está sobre ‘el tapete’ en estos días, hace tiempo está presente de alguna forma en nuestras agendas. Y cuando digo seguir pensando, me refiero a seguir resolviendo cómo descubrirnos siendo parte de todo lo que nos rodea.

Voy a contar dos experiencias que me pasaron hace poco y que resuenan en mí. Una porque es la síntesis más clara que escuché entre la relación de una persona con la creación, y la otra porque muestra una conexión que parece imposible desde nuestra perspectiva occidental.

Como dije, hace muy poquito tiempo, mientras ultimábamos detalles para el Seminario Teológico que se desarrolló en Paraná a principios de noviembre, una persona dijo “soy naturaleza”. Esas palabras quedaron sonando en mi cabeza como haciendo eco. ¿Qué significa, qué implica? ¿Qué entiendo por ‘ser’, y qué por ‘naturaleza’? ¿Cómo ‘soy naturaleza’ en la ciudad?
Caí en la cuenta de que muchas veces me pensé como problema y como solución, pero de manera poco articulada, como si estuviera por fuera, sólo viendo de reojo. Sin dudas, estas dos palabras me llevaron más allá… Si bien me críe en el campo, como Alicia –que cuenta parte de su experiencia en estas páginas-, vine a estudiar a la ciudad y sólo vuelvo de visita. Crecí en el monte entrerriano, lleno de aromos y algarrobos. Monte que fue transformándose en chacras con el paso del tiempo. Grandes extensiones de tierra fueron vendidas a unxs pocxs, de quienes muchas veces no se sabe siquiera el nombre, cosa extraña para las colonias o poblados chicos. Sin entrar en grandes polémicas como la fumigación en zonas cercanas a las escuelas rurales por ejemplo, que en nuestra provincia es un tema en discusión. Estas memorias me facilitan entrar en diálogo con ese ‘soy naturaleza’ porque desde chica aprendí a jugar entre yuyos, imaginar casas en los árboles, ver cómo las hormigas cargan hojas gigantes cuando se acerca la lluvia… hoy, sin duda, tengo la tarea de repensar ese vínculo desde quién soy en este momento y lugar.

Y la otra experiencia que mencioné, también se dio en el marco del Seminario Teológico. Tuvimos la alegría de que Margarita Canteros –de la comunidad Qom- participara. De manera improvisada y sin mucho preámbulo, nos contó un poco de su experiencia y la manera en que se relaciona el pueblo Qom con todo lo que lo rodea. En una ronda que se formó de manera espontánea para que nos veamos todxs, cantamos y bailamos canciones en su lengua, maravilladxs por lo compartido. Después nos tradujo las canciones y hablo sobre cómo la comunidad Qom está acostumbrada a pedir permiso para pescar, para recoger los frutos de los árboles y demás. Nuestros rostros no sólo eran de asombro, eran de emoción. En ese momento me sentí privilegiada al escuchar, de primera mano, las memorias y la vida de un pueblo que resiste con esperanza. Algo similar me pasa con la producción que hizo, para esta edición, el Equipo del Área de Ecoteología de la JUM.

Sin querer, estas dos vivencias potenciaron todo lo que venía pensando para esta editorial. En un contexto donde la estrategia más efectiva, para mantener o ganar poder, parece ser la polarización; también es conveniente que se establezcan términos binarios para meternos en una u otra bolsa: malas o buenas personas, malas o buenas formas de producir, y varios varios etcéteras. Claro que una vez establecida estas dicotomías los matices desaparecen, al igual que los procesos…

Creo que, como cristianxs, debemos intentar con más fuerza tejer redes, fortalecer espacios de diálogo y de formación; para (re)descubrir y valorar aquellas memorias de nuestros pueblos originarios, aquellas medicinas naturales que preparaban nuestras abuelas y sus madres antes que ellas; para ir descubriendo qué significa ser naturaleza en un mundo que nos quiere sólo como sujetxs de consumo, o incluso como objetos.

Daiana Genre Bert

Publicado en Editoriales, Página Valdense.

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