Al leer hoy San Mateo 11: 16-19, 25-30 me ubico en el mundo que me rodea.
Como estadounidense que vive hace décadas en América Latina no dejo de tener presente la situación delicada que vive mi patria. Durante años mis papás vivieron en Coquille, una ciudad maderera de 4000 habitantes en el sur del estado de Oregon que hoy pasa por momentos económicos difíciles.
Coquille es un pueblo blanco conservador, con poca presencia de personas de color y con mucha simpatía por el actual presidente.
Como en tantas comunidades estadounidenses, la crisis económica, combinada con la pandemia, ha generado mucha inseguridad y temor entre la población. A todo eso se suma el surgimiento del movimiento social pacífico Black Lives Matter tildado por el presidente de extremistas violentos.
El 2 de junio en Coquille los medios sociales avisaron que varios autobuses llenos de militantes venían para ocupar su pueblo. Rápidamente corrió la voz y casi doscientos ciudadanos locales, muchos armados, acompañados por policías locales vestidos para combate, rodearon la sede municipal para defenderla de los intrusos.
Nunca llegaron los militantes anunciados. Mas bien, nunca existieron. Fue solo un chisme sembrado por grupos de extrema derecha, un caso de Fake News típico del convulsionado ambiente actual.
Tan nocivo es el miedo que nos rodea hoy.
En todo el capítulo 11, Mateo nos relata como Jesús y su primo Juan buscan establecerse como interlocutores legítimos con su pueblo. En un primer momento, sus seguidores – rodeados por tanta mentira e injusticia – se preguntaban si iba a ser posible construir el mundo al revés anunciado por Juan y encarnado en Jesús. Es que los dos venían cuestionando públicamente a un sistema corrupto donde las autoridades tenían miedo de todo aquel que perjudicaba su poder y sus privilegios. No es de sorprenderse que estas mismas autoridades terminan matando a Juan y organizando una campaña contra Jesús.
Es en este contexto que Jesús ofrece consuelo a sus seguidores. Es un consuelo que presupone que la lucha no ha terminado. El yugo que ofrece no deja de ser yugo. Pero este yugo de compromiso y de servicio nos permite enfrentar el miedo y el dolor que nos rodea. Nos permite ver nuestra realidad con los ojos abiertos, encontrando compañeras y compañeros en el camino, confiados en la gracia sanadora que nos lleva a la libertad.
Dennis Smith
Enlace regional para Sudamérica, PCUSA