Leemos en nuestras Biblias Marcos 10:46-52
Desde hace años mi tarea pastoral ha sido en la frontera. Pero no en la frontera de algún límite entre países, no. En la frontera entre las personas incluidas y excluidas. Buena parte de esa experiencia pastoral se desarrolló en la Ciudad de Buenos Aires. Con bastante más de 7000 personas en situación de calle y muchas más en paradores, pensiones y alojamientos extremadamente precarios y en situación de hacinamiento.
Recuerdo una entrevista en una dependencia del Gobierno de la Ciudad. Una que se supone acerca la ayuda social a las personas. Fui a plantear necesidades de quienes estaban en la plaza enfrente de esa oficina y que claramente no podían llenar los formularios online para solicitar alguna línea de asistencia. Allí me respondieron: -¡Ah, pero esas personas se cayeron del sistema!
Son esas personas que están en los márgenes, esas personas que casi no queremos ver porque nos duele, porque sentimos que la realidad nos abruma, porque nos da impotencia, porque parece que es demasiado como para que podamos hacer algo… O porque nos molesta y es más fácil refugiarnos en alguna explicación inconsistente sobre qué no hicieron para quedar allí… Bartimeo se había caído del sistema, y a la orilla del camino sólo le quedaba ser el mendigo ciego que gritaba pidiendo misericordia. Quienes iban con Jesús seguían de largo o peor, ¡lo querían callar! Una complicidad necesaria para que alguien siga caído del sistema.
Pero Jesús prestó atención. Seguramente ni lo vio entre tanta gente, pero lo escuchó y lo mandó llamar. Ahora sí, como el Maestro lo llamaba, algunas de esas personas se atrevieron a hablarle y animarle, y Bartimeo tiró su capa, y se levantó por una esperanza.
Llegó a Jesús que le escuchó, que se dispuso a atenderle. Que además le preguntó para darle voz a esa necesidad suya y, finalmente, le llenó de confianza: “Tu fe te ha salvado”… Y él recuperó la vista… y siguió a Jesús…
En la frontera en la que trabajo, tal vez buena parte de la tarea sea escuchar, preguntar, dar confianza, compartir esperanza. Pero tal vez una no menos importante, sea compartir que Jesús está llamando justo a esas personas que se cayeron del sistema, y ayudarnos a escucharle, y salir a decirles: “¡Ánimo, el Maestro te llama!” Porque aunque la tarea parezca inabarcable, es Jesús el que quiere escucharles. Es Jesús el que quiere empoderarles diciendo: “Tu fe te ha salvado”.
Pastora Viviana Pinto
Iglesia Evangélica Metodista