UNA TEOLOGÍA ENRAIZADA
Recientemente, una pequeña delegación de valdenses de la Iglesia Valdense del Río de la Plata visitó los Estados Unidos. Aquí hay un informe sobre su visita, escrito por un miembro de su delegación.
Comunidad: Life Around the Table
The community that is under the ground speaks to my community on the ground.
A lo largo de los siglos, la espiritualidad de los valdenses ha estado ligada al suelo. Nuestra historia es una historia en la que el suelo tiene un lugar protagónico, por la lucha, por el desarraigo, por la gratitud que genera el tiempo de la cosecha.
Recientemente, una visita organizada por la American Waldensian Society nos recordó que el suelo es fuente de espiritualidad no solo para los valdenses, sino para todos los pueblos y confesiones. Para que eso ocurra, para que la tierra verdaderamente nutra nuestra fe, solo es necesario cultivar una sensibilidad ligada a ella.
Algunas semanas atrás, junto a la moderadora Carola Tron habíamos pensado viajar a Valdese con un solo objetivo: participar de la reunión de otoño de la AWS. Pero Carol Bechtel, con una virtuosa mezcla de sabiduría y espontaneidad, ya había preparado para nosotros un segundo peregrinaje.
Fue así que, concluida la reunión en Valdese, Carol nos encaminó a Durham, donde nos esperaba una cálida conversación con la teóloga Ellen Davis, reconocida por su libro Scripture, Culture, and Agriculture: An Agrarian Reading Of The Bible. Ellen nos guió por la Facultad de Teología de Duke, donde conocimos algunos proyectos de trabajo que muestran un profundo compromiso con las problemáticas del mundo campesino de Carolina del Norte.
Un aspecto de interés en Duke se relaciona a la importancia dada a la preparación de laicos/as para su desempeño en comunidades rurales, bajo el entendido de que la iglesia puede ser un espacio que revitalice la vida local, evitando la desintegración y la migración campo-ciudad. A esta política responde el programa Thriving Rural Communities, que se suma a otras iniciativas orientadas al acompañamiento de los pequeños productores rurales, en la búsqueda de alternativas ambientalmente sostenibles, económicamente viables, respetuosas de la biodiversidad y comprometidas con la justicia social.
Al final del recorrido, la visita al proyecto Life Around the Table (Efland, NC) fue una experiencia inspiradora, que nos permitió descubrir contrastes y puntos en común entre nuestras realidades.
-¡Bienvenidos, siéntanse en casa! Este es Gus, ¿alguien quiere té?
Esas fueron las primeras palabras de quien hasta entonces había sido una completa desconocida. Una persona que abría las puertas de su casa, que nos ofreció un desayuno casero, mantas para dormir. Pequeños gestos, ejecutados con autenticidad, que nos humanizan y nos devuelven la calidez que jamás nos daría una mesa de bar o una habitación de hotel.
Más que un proyecto, sentimos que Life Around the Table es un espacio de hospitalidad y cuidado. Coordinado por Grace Hackney y un equipo de trabajo formado por Stephanie Campbell, Laura Hamrick y Jimmy McKinnell, el centro está orientado por una filosofía muy cercana a lo que en Uruguay el Centro Emmanuel se ha planteado bajo el título de Ecoteología. Life Around the Table es, precisamente, un espacio de encuentro, reflexión y celebración, en el que se re-aprende la importancia de la comida comunitaria, del descanso, del respeto por la Creación y sus ciclos.
Entre los materiales que Grace nos enseñó, no pude evitar tomar nota de un breve texto, que define el espíritu de este lugar:
The rhythm God set into motion in creation is sacred.
For everything there is a season.
Our lives bear witness to the God of the Sabbath
when we embrace the sacred rythms of creation
Hacia el final, la cena compartida con los amigos de Life Around the Table fue una experiencia de coherencia interna. La cena, literalmente, reflejaba lo que ellos nos habían contado a lo largo de la jornada sobre lo que es ser comunidad: una mesa compartida, una comida modesta preparada con amor por muchas manos, personas que compartían noticias alegres, noticias tristes, motivos de preocupación, anécdotas. Un postre preparado pensando en las necesidades de todos. Un tiempo para hablar en serio y un tiempo para hablar en broma, momentos que se daban rítmicamente, sin forzarse, tal como se mueven los ciclos de la Creación.
Sobre lo último de la noche, cuando aún saboreábamos el dulzor del postre, varias personas compartieron sus opiniones sobre lo que representaba para ellas vivir, comer y producir éticamente. Esos fueron verdaderos testimonios.
En uno de ellos, John, con su overall y su camisa a cuadros, con las palabras justas y el típico acento sureño, habló sobre lo similar que es el suelo vivo a una comunidad de fe. Ese suelo en el que los hongos, las bacterias, los insectos y las plantas conviven es similar a la iglesia en la que cada quien cumple un rol que es vital para lograr el equilibrio. Si eso no existiese no habría tomates, sin esa complementariedad de lo diverso, las iglesias no darían frutos. De una manera sublime, John supo convertir la experiencia de un horticultor ligado al suelo, en una metáfora para afirmar el sentido de ser comunidad:
I can’t just grow vegetables, I have to have friends and loved ones; I have to care for people, and they will care for me. And if I didn’t have that I would be lost, I wouldn’t be full and flowering
J. Javier Pioli
El autor de este artículo es el Secretario de Teología en el Centro Emmanuel, en Colonia Valdense, Uruguay.