17 DE FEBRERO: EMANCIPACIÓN VALDENSE

A partir del Edicto de Emancipación de Carlos Alberto de Saboya del año 1848, fecha en que los valdenses pudieron ejercer sus derechos civiles libremente, el que fuera difundido rápidamente prendiendo fogatas en cada valle, transmitiéndose la noticia.

Significo un cambio en las comunidades de esos tiempos, siendo el 17 de febrero una celebración de real trascendencia para Iglesia Evangélica Valdense.

Existía un problema de subsistencia y de sobrevivencia lo que hacía que las condiciones de vida no le fueran fácil en sus añorados y queridos valles y frente a ese documento que les otorga la libertad civil, pueden hacer uso de sus propiedades; es entonces que algunos empiezan a pensar en emigrar, hay ofertas tentadoras y los más aventureros llegan a las tierras del Río de La Plata.

En ésta fecha, los invito a pensar en el Escudo Valdense, nuestra insignia, nuestro logo que aparece en todas las publicaciones, en calcomanías, en pegotines; con las estrellas y la antorcha y el cielo azul y que reza así: “LUX LUCET IN TENEBRIS”

La luz resplandece y las estrellas brillan, ese fue el reto de todo inmigrante: “debemos reavivar nuestro celo, ponernos en condiciones de llenar dignamente la misión que nos es confiada: de hacer brillar en las tinieblas la luz del glorioso Evangelio de nuestro Señor y Salvador”, es una herencia de nuestros antepasados y el cumplimiento de la promesa de bendiciones que se extiende de los padres a los hijos e hijas.

El inmigrante traía consigo muchas preocupaciones y dudas, pero el Señor, que los condujo a estas tierras supo allanarlas y transformarlas para su alabanza y para su gloria; por su gracia sobrevivieron para aprender a esperar del Señor y de su fuerza, cuya misión era proclamar las grandes cosas que Dios hizo por cada persona. La Luz Divina de Cristo resplandece y enciende en el mundo la antorcha de su amor.

Para los primeros inmigrantes el culto era celebrado como un oficio religioso de toda la vida, creando una atmósfera de alegría, de confianza, que caracterizaba a las colonias y que irradiaba potentemente en la comunidad por su fervor, por la Fe que profesaban, de ahí su preocupación por levantar templos.

El conocimiento de las Sagradas Escrituras y sus experiencias eran las fuentes de las que sacaban material para sus meditaciones dominicales y enseñanzas a los niños/as y adolescentes, sembraron la semilla del evangelio que los había transformado/a, con la fuerza del que está convencido/a y así lo transmitían a todos/as.

Se preocupaban por la educación de los niños/as, y, ellos mismos eran los maestros/as, puesto que había que instruirlos/as para que sean personas de bien, con conocimientos, no había escuelas bilingües y muchos/as no sabían el idioma castellano, como así también la fundación de bibliotecas para que las personas puedan leer y formarse en un bagaje cultural amplio y con conocimientos teológicos, porque los cultos dominicales no alcanzaban para formarlos/as en los sanos principios y en la rectitud de la conducta, que caracterizaba y distinguía al cristiano/a Valdense.

Había algo que los tenía que identificar, por eso se preocupaban por la conducta intachable, desechando toda inmoralidad y la intelectualidad debía ser un signo distintivo del pueblo que los recibía; para los inmigrantes había dos cosas que iban paralelas: la buena conducta, rectitud en el accionar, intelecto distintivo y la Fe en su Dios Redentor y Salvador.

Así, nosotros/as, los que somos hijos/as o nietos/as, bisnieto/as de aquellos inmigrantes fuimos creciendo y formados/as en los principios cristianos con rectitud al obrar y proceder, la palabra era y debía ser un documento.

Nosotros/as hoy sabemos que en la iglesia se mantiene viva la luz de la Fe, está brillando y testimoniando, esa luz se esparce en las tinieblas; como nos identifica nuestro escudo, predicamos el evangelio, ya que no podemos decir de ninguna manera que no lo conocemos, si a veces no tenemos las palabras necesarias para testimoniarlo tenemos la capacidad de comprensión, de ser escucha, de ayudar con el diálogo fluido.

La historia nos ayuda para vivir el presente y no volver a equivocarnos, comprendiendo el pasado y proyectando el futuro como una iglesia que debe responder al reto de los primeros en llegar hace más de un siglo: hacer brillar en las tinieblas la luz del glorioso Evangelio de nuestro Señor y Salvador en un clima de liberad.

Para seguir siendo libres y poder brillar, debemos prepararnos, por eso es importante recordar que los inmigrantes se preocupaban por conocer y comprender la palabra de Dios, que no cambia, que permanece.

Hoy tenemos que insertarnos en una sociedad llena de desafíos, con diferencias, debemos buscar la unión y la inclusión que es lo que nos ayuda a crecer, por eso debemos ser mayordomos fieles, capacitándonos cada día.

No podemos buscar separar, jugar a nuestra verdad, a nuestro individualismo, debemos luchar para seguir siendo la Iglesia que recibimos con la herencia de esa libertad.

Somos bendecidos porque tenemos una dirección: la vida de amor con liberad ofrecida por Jesús para quienes están dispuestos a trabajar para su Reino, por eso debemos decir confiados: Señor: Aquí quiero brillar.

MESA VALDENSE

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